Para adquirir una actitud amable en el Año Santo de la Misericordia

amabilidad

Con la intención de ayudar a vivir mejor el Año Santo de la Misericordia 2016, llevamos tiempo con la obra de L. G. Lovasik, «El poder oculto de la amabilidad«. El libro está dividido en 4 partes. El autor divide la primera parte («Adquiere una actitud amable«) en 8 apartados; el primero de los cuales se titula: «practica los fundamentos de la amabilidad«. Pues bien, en el blog ya hemos visto estos fundamentos en las siguientes entradas:

  1. La solicitud es la amabilidad que se adelanta, al igual que hace Dios al crearnos. Dice san Juan: «En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios: en que Dios envió a su Hijo Unigénito al mundo para que recibiéramos por él la vida. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridísimos: si Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos unos a otros» (1 Jn 4, 9-11).
  2. La amabilidad influye poderosamente, tiene un efecto misterioso en los demás. «La amabilidad ha convertido más pecadores que el celo, la elocuencia o la sabiduría; y, de estas tres cosas, ninguna ha convertido a nadie si no ha sido con amabilidad». En palabras de san Pablo, «que cada uno dé según se ha propuesto en su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría» (2Co 9, 7.).Por ejemplo, cómo explicar ¿Por qué una acción amable dura tanto tiempo en el recuerdo?. O por qué la amabilidad resulta tan contagiosa.
  3. La cortesía muestra el amor y el respeto que merecen los demás. «Amándoos de corazón unos a otros con el amor fraterno, honrando cada uno a los otros más que a sí mismo» (Rm 12, 10). Así se entiende que Un caballero es alguien que nunca inflige dolor a los demás. «Porque siendo libre de todos, me hice siervo de todos para ganar a cuantos más pueda… Me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me he hecho todo para todos, para salvar de cualquier manera a algunos»(1Co 9, 19; 22). Además La formalidad se mide por la puntualidad, se demuestra en detalles y al recordar lo que agrada al otro. Y es que, no lo olvidemos, Ser amable y cortés es también imitar a Cristo. «Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra»… Cristo caminó entre nosotros en el amor y «pasó haciendo el bien»… «Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación y ofrenda de suave olor ante Dios» (Ef 5, 2).
  4. ¿Cómo hacer para que se sientan importantes los demás? «No seáis escándalo para los judíos, ni para los griegos, ni para la Iglesia de Dios, como también yo agrado a todos en todo, sin buscar mi conveniencia sino la de todos los demás, para que se salven» (1Co 10, 32-33). Y nos anima con estas palabras: «Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran. Tened los mismos sentimientos los unos hacia los otros»(Rm 12, 15-16). Pero conlleva siempre el sacrificio y La renuncia a uno mismo, pero que es fuente de paz y felicidad. El Señor ha dicho: «Quien encuentre su vida, la perderá; pero quien pierda por mí su vida la encontrará» (Mt 10, 39). «Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga»(Mt 16, 24; Mc 8, 34; Lc 9, 23), dice Cristo. «Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando»(Jn 15, 12-14). Y es que La gente no necesita algo de tus cosas: aspira a una parte de tu corazón.  Y san Pablo dice: «Os exhorto, por tanto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como ofrenda viva, santa, agradable a Dios: este es vuestro culto espiritual»(Rm 12, 1). De este modo, todo lo que hagas, hasta lo más corriente, puede convertirse, como el agua de Caná, en el vino del sacrificio.
  5. Y, ¿de qué maneras se concretará la amabilidad? Por ejemplo, Tu amabilidad se ha de reflejar también en tu manera de conversar. También en Los pequeños detalles de cortesía, que manifiestan el espíritu de Cristo a quienes los reciben. Aunque tus pasiones se opongan a ello, tu fe te exige crecer en la caridad. Con estas palabras lo expresa san Pedro: «Por esa razón, debéis poner de vuestra parte todo esmero en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia, a la paciencia la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad» (2P 1, 5-7). Porque Una conducta y una actitud afables ayudan mucho a quienes te tratan. San Judas dice: «Estos son los que crean divisiones, hombres meramente naturales, que no tienen el Espíritu»(Jds 1, 19.)
  6. Y ¿qué medios emplearemos para lograr la amabilidad? Las tres virtudes de la alegría auténtica: la esperanza, la fortaleza y la caridad fraterna. Nos esforzaremos por Hacer el bien, que trae consigo la alegría. Nos mantendremos activos, porque La actividad alimenta la alegría. Nos esforzaremos por sonreir porque Una sonrisa puede hacer mucho bien. Y Trataremos de desarrollar el sentido del humor.

La intención de esta entrada es tener un pequeño índice de las entradas que integran el libro. El segundo apartado lleva por título «Evita juzgar a los demás» y estas son las entradas al blog:

  1. Ya dijimos ayer que la crítica evidencia, con frecuencia, el propio fracaso, porque si no hubiéramos fracasado, muy probablemente no hubiera surgido la crítica sobre aquello o la murmuración contra los superiores. De ahí la conveniencia de recordar nuestros propios defectos antes de tirar la piedra contra los demás; y del esfuerzo de pensar bien para “acertar sobrenaturalmente”.
  2. Fomentemos una actitud más positiva y en vez de fijarnos siempre en lo malo, acostúmbrate a fijarte en lo bueno y foméntalo. Porque para juzgar rectamente a alguien has de estar bien dispuesto hacia él. Así evitarás los juicios temerarios y el juzgar basándote solo por las apariencias. O acaso no recuerdas cuantas veces te has equivocado al juzgar a los demás, porque no lo olvides los prejuicios y la intolerancia son venenos del alma que van de la mano.

El tercer apartado lleva por título «Combate toda forma de avaricia».Seguimos en la la primera parte («Adquiere una actitud amable«):

  1. Hemos de cuidarnos de la avaricia, fuente de muchas faltas de caridad, nos lo recuerda el Señor«Estad alerta y guardaos de toda avaricia; porque aunque alguien tenga abundancia de bienes, su vida no depende de lo que posee» y también “No se puede servir a dos señores, a Dios y a las riquezas”.
  2. La envidia es la tristeza por el bien ajeno, por eso La envidia es justo lo opuesto a la caridad en el pensamiento, los deseos y la conducta. Además no vale la pena La envidia es la única pasión que conlleva solo dolor y ninguna recompensa. Cuantas veces vemos que Los celos son una forma de envidia. Se observa este defecto en el juego, por eso Si eres mal perdedor, puede ayudarte leer esto…. Pero para tu tranquilidad recuerda que Ser celoso no siempre es malo…
  3. Otro objetvo será luchar contra El amor propio desordenado que puede amargarte la vida. Aprende a combatir estos defectos y No te acobardes nunca en tu combate contra la envidia.

El cuarto apartado lo dedica al control de la ira:

  1. Porque La ira puede destruir la paz de un buen día, herir a quien más quieres o romper una larga amistad. Se trata de una lucha constante a esa irritabilidad que es una debilidad del carácter que nos hace ser antipáticos, bruscos y descorteses. Es bueno tener en cuenta que La ira no siempre es mala, aunque siempre hay que combatirla, aprendiendo a hablar quedamente y actuar suavemente en todo

El quinto apartado lo dedica a aprender a llevar con paciencia los defectos de los demás:

9 comentarios sobre “Para adquirir una actitud amable en el Año Santo de la Misericordia

  1. Ser amables y ser razonables son las dos caras de una misma moneda: no pueden ir separadas, sino que han de crecer armónicamente

    Conforme pasan los años voy persuadiéndome cada vez más de la enorme importancia que la amabilidad tiene en nuestra vida. No me refiero sólo a los buenos modales, a lo que antes se llamaba la buena educación, sino a algo mucho más radical: a esa disposición permanente del corazón que lleva a pensar primero y ante todo en los demás y no egoístamente en la propia satisfacción o comodidad.

    Cuando iba al Colegio pensaba que la amabilidad —de los demás o mía— podía resultar agradable, pero que, a fin de cuentas, era prescindible; pensaba incluso que a veces sería mejor eliminarla del todo porque me parecía algo artificial. Hoy en día pienso que la amabilidad con los demás es del todo esencial para la convivencia, tan natural que es lo que nos hace realmente humanos. Basta ver a una madre con su hijo pequeño en brazos para advertir que el cariño y la ternura son la verdadera escuela de humanización. La madre es amable con su hijo porque sólo tiene ojos para él, despreocupándose de ella misma: ser amable es poner a los demás en el foco de nuestra atención en lugar de atender al yo y a lo mío, en lugar de pensar cada uno en sí mismo.

    Por eso, no me sorprendió encontrar la afirmación del Dalái Lama de que su religión es la amabilidad. «En mi propia y limitada experiencia —añadía— he descubierto que cuanto más nos preocupamos por la felicidad de los demás, mayor es nuestro propio sentido de bienestar. Cultivar un sentimiento de proximidad afectuosa con los demás pone automáticamente la mente en orden. Ayuda a eliminar los miedos o inseguridades que podamos tener y nos da la fuerza para hacer frente a los obstáculos que encontremos. Es la principal fuente de éxito en la vida. Puesto que no somos sólo criaturas materiales, es un error poner todas nuestras esperanzas de felicidad sólo en el desarrollo externo. La clave es desarrollar la paz interior». La tradición budista es en esto del todo conforme con la gran tradición cristiana y con la experiencia universal de tantos seres humanos.

    Ser amable consiste, en este sentido, en anteponer el bienestar de los demás al beneficio propio. Frente al egoísmo innato del niño pequeño, su socialización familiar y escolar va encaminada a que haga suyo ese gran descubrimiento: su felicidad está en función de su atención a las demás personas que le rodean, de su capacidad de quererles, ayudarles, comprenderles y apoyarles. Viene ahora a mi memoria aquella regla pedagógica de mi infancia que nos llevaba a decir “¡el burro delante para que no se espante!” cuando en nuestras conversaciones de críos alguno hacía una enumeración de personas poniéndose a sí mismo en primer lugar. Lo que parecía inicialmente una mera regla de cortesía se descubre con el tiempo como una auténtica lección de humanidad.

    Vivimos en una sociedad que parece gozar a veces con el conflicto y la crispación. Al menos es la que nos presentan los medios de comunicación que se nutren tan a menudo de agresiones violentas, insultos soeces y crueles delitos. El que seamos amables unos con otros −dicen quizá− “no es noticia”, pero es lo que realmente más anhelamos quienes vivimos en sociedad. San Juan de la Cruz, hace mucho tiempo, enseñó aquello de «donde no hay amor, ponga amor, y sacará amor»: esa es en síntesis la amabilidad cordial que nos hace humanos.

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