Dile que «sí»!

Captura de pantalla 2017-04-03 a las 12.42.19 p.m.Las palabras con que Jesús habla de Judas (¡Más le valdría no haber nacido!) las he escuchado -por desgracia- muchas veces. «Padre, quisiera no haber nacido. Mi vida no tiene sentido. Sufro, y no sé por qué ni para qué tanto dolor. La muerte me da miedo, y la vida sólo me supone angustia. ¿Por qué he nacido?» No son pocas las personas que se sienten así. Y si, después de una vida abocada al sufrimiento, el alma que ha rechazado a Cristo se condena eternamente… Desde luego, ¡Más le valdría no haber nacido!

    Suena duro, pero de nada vale ocultar la realidad: la vida, sin Cristo, no merece ser vivida. Y la eternidad sin Cristo es el Infierno. No hemos sido creados para eso. Hemos sido creados para amar y ser amados por el Dios vivo, para gozar de la claridad de su gloria, para ser muy felices en la Tierra y eternamente dichosos en el Cielo. Ése es el plan de Dios sobre cada hombre.

    Pero, para que ese plan pueda cumplirse, es preciso que el alma diga «sí», que abrace a Cristo y acepte la salvación que Jesús le trae. ¡Oh, Dios mío, que terrible es el pecado! (José-Fernando rey)

9 comentarios sobre “Dile que «sí»!

  1. Quizá alguno de nosotros, en algún momento, se ha hecho preguntas como: “¿Vale la pena vivir?” o “¿Cuál es el propósito de mi vida?”. Si nos detenemos a pensar en las cosas que ocurren en nuestro alrededor y lo “inevitables” que parecen ser algunas de ellas se pueden llegar a conclusiones desalentadoras.

    Muchos llevan una vida intensa, marcada por el deseo de acumular bienes materiales: dinero, propiedades, vehículos, empresas, etc. Una gran cantidad de personas comprende y aduce que una vida llevada de esa manera es en gran medida vacía y pasajera, siendo que los bienes materiales se desgastan, son volátiles y no pueden ser gozados sin salud, mucho menos pueden ser usados después de la muerte, debemos llegar a la conclusión de que no son una buena razón para vivir.

    ¿Y qué hay de “las cosas que importan”? Para muchos, “las cosas que importan” son: el pasar tiempo de calidad con la familia, ayudar al prójimo, darle salud a la gente y demás. Todas estas cosas llenan de mucha satisfacción, es cierto; pero ¿no son también pasajeras?

    Tengamos un pensamiento que quizá parezca irreverente, pero necesario para explicar la situación, asumamos por un momento que Dios no existe.

    Si pensamos fríamente sobre esto, ¿qué es lo que nuestros ojos nos permiten ver? Aquellos a los que tanto amamos, aquellos con los que nos gusta pasar horas y horas de compañía, algún día, no estarán. Invariablemente, casi todos los seres humanos que hemos conocido en este planeta enfermarán, muchos sufrirán, y finalmente morirán, ya sea por la desgracia de la enfermedad o por la maldad y violencia de la humanidad.

    Si Dios no existiese, si no hubiese esperanza de una vida eterna, si no hubiese esperanza de una resurrección: ¿valdría la pena vivir? Refiriéndose a la creencia de que no hay resurrección de los muertos, Pablo expresó lo siguiente: “Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿de qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, ‘comamos y bebamos, que mañana moriremos’.” (1 Corintios 15: 32). Si fuese así, qué le quedaría a la humanidad sino solo la angustiosa expectación de que algún día cualquier cosa que le cause felicidad le será arrebatada.

    Ahora bien, salgamos de nuestra irreverente suposición y volvamos a lo que todo cristiano convertido ha corroborado: la existencia y el actuar de Dios en favor de la salvación de la humanidad. Ya sea por el cumplimiento de las profecías, por el armonioso mensaje bíblico a través de los siglos, por la ejecución de milagros y en conjunto por una experiencia personal con el Salvador, todo cristiano convencido reconoce que Dios es real y obra en favor de los que le aman.

    Estamos convencidos de que existe una eternidad, que el Señor Jesucristo, por medio de su sacrificio ha hecho posible que tengamos esta esperanza que muy pronto se hará realidad. Si esto es así, si reconocemos el valor de los bienes que hemos recibido ¿qué le daríamos a los que amamos? Si pudiésemos darles el mejor regalo del mundo, ¿qué sería lo que compartiríamos con ellos? ¿Le daríamos los bienes materiales pasajeros? ¿le daríamos nuestro tiempo finito?

    Sin aceptar al Señor Jesús, aquellos a los que amamos no tendrán la oportunidad de gozar de la salvación, vivirán una vida pasajera, en la cual cualquier cosa que se tenga, ya sea material o abstracta desaparecerá; pero si compartimos con ellos la esperanza y la realidad de nuestro Salvador Jesucristo tendrán el mayor bien que ser humano pueda gozar: una vida eterna sin sufrimiento, sin dolor, sin muerte, sin amargura… tendrán una vida sin pecado.

    Y por nosotros mismos, si hiciésemos de aquellas cosas pasajeras la razón de ser de nuestras vidas ¿qué obtendríamos?

    Solo vale la pena vivir si es por Cristo.

    DIGAMOS UN SÍ A CRISTO A QUIEN RECORDAMOS EN SU ENTREGA TOTAL, EL VIERNES SANTO, POR NOSOTROS PECADORES.

    Me gusta

  2. Si me dice que en pecado no merece la pena vivir ,entonces en el mundo no existiría nadie??.Me pregunto que seria la pasión de Jesús sin judas ,de todos los apóstroles a el. Dios le dio el papel más duro ,al que nadie quiere parecerse.He leído versiones contradictorias sobre Judas.La iglesia dice que se suicidó por que no se arrepintio. Otros dicen que en su alma sintió tanto dolor por la tracción a su amigo,que no pudo soportarlo y se suicidó …para mi ese dolor es un arrepentimiento…!!!más me valdría no haver nacido! !!yo digo mucho esa frase ,no pude elegir no tuve opción. No sé si judas .Igual que la virgen,Pedro,MAgdalena ,los dos ladrones,el centurión de la.espada,Incluido Jesús. Todos ellos están por que. Dios quiso…….Me parece, pero solo es mi, opinión ,está entrada no va un poco en contra de todo lo que me ha enseñado ,Que a pesar de todo merece la pena vivir ,y quien cambia corazones es Dios…puede dar duro la vida es dura ,la gente es dura y yo soy muy fuerte.Pero nadie no siendo Dios: me va a decir que por muchos pecados que tenga.Por muy mal que lo haga. Nadie tiene el derecho de decirme ..más me valdría no haver nacido,.y menos el que hace las entradas.

    Me gusta

    1. La diferencia entre Pedro y Judas es esa exactamente a la que haces referencia. Pedro al igual que Judas se arrepintió, uno con esperanza y otro sin ella. Siempre es posible volver y recomenzar de nuevo. De eso se trata, no de dar duro, sino de volver a empezar, Isabel. Saludos y ánimo!

      Me gusta

  3. Isabel, quisiera quitarte tus penas y que pudieras sonreir como lo hiciste con tremenda gracia el día que D. Rafael puso el «zapato de pan». Hago una reflexión en voz alta y te la mando. Está muy unida a estos días y espero que al manos te de un poquito de paz.

    Hablando con una amiga sobre el problema de un amigo en común me decía: “Pobre de aquel que no tenga una cruz”. En el momento no le presté mucha importancia, pero en estos dos meses parece que la frase hubiera quedado anclada en mí.

    Hace mucho que entiendo que Dios permite dificultades en nuestras vidas porque es la manera en la que nos volcamos a Él y nos transformamos. Sin las dificultades en nuestras vidas no veríamos la realidad de Dios, seríamos seres inmaduros.
    A pesar de las dificultades en mi vida, he podido siempre saber que Dios estaba en mi camino permanentemente, como una roca y parecía que las dificultades no eran tan grandes. Pero entonces, mientras oraba y seguía pensando sobre aquella frase, empezaba a dudar si realmente existía una cruz en mi vida que sería la fuente de mi transformación y madurez, o quizás aún estaba por presentarse y me angustiaba que se presentara como una prueba muy dura, algo profundamente doloroso. A veces pensaba que realmente no quería ninguna cruz.

    Mientras meditaba los misterios dolorosos pude ver de alguna manera que en mi vida existieron y existen eventos que tienen el mal sabor que te dejan estos misterios:

    Primer misterio, la Oración en el Huerto (el dolor de la traición y del abandono),
    Segundo misterio, la Flagelación (las heridas),
    Tercer misterio, la Corona de Espinas (la burla al coronarlo),
    Cuarto misterio, el Camino al Calvario (la cruz a cuestas, las caídas); y
    Quinto misterio, Crucifixión y Muerte (el dolor y el silencio).

    Con los tres primeros misterios pude ver mi cruz. Todos sentimos el dolor de la traición en algún momento de nuestras vidas, entendemos el abandono, sabemos lo que es la soledad, porque al final del día estamos solos con el peso de nuestros problemas y el silencio. También arrastramos las heridas que nos recuerdan la traición.

    Sin embargo, en los dos siguientes misterios pude ver algo diferente: de qué manera Cristo llevaba su cruz, sabiendo que era voluntad del Padre, se animó a orar en el Getsemaní: “Padre, si es posible aleja de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc. 22, 42).

    Cristo entendió la voluntad del Padre… y se hizo dócil. Quiso que la mano de su Padre llevara su vida y se hizo manso como el agua y le permitió obrar. Dócilmente, aceptó la burla con la que lo coronaban como Rey de los Judíos, cargó su cruz como debía hacerlo, lo que implicaba un esfuerzo descomunal pues a esas alturas ya llevaba el cuerpo destruido.

    Al caer, pudo encontrarse con los rostros de personas que lo ayudaron, en primera instancia: su Madre, María, quien en el camino lo sostenía con la mirada, para que no cayera, para que su voluntad no se quebrara. También estuvieron los que le dieron agua, lo levantaron,… Estas personas ponían rostros en mi camino de aquellos amigos que estuvieron presentes en mis momentos de crisis, aquellos que me escucharon. Jesús se dejó hacer… y Dios pudo obrar en Él.

    Finalmente, el quinto misterio, el desenlace del camino de la cruz: la muerte. ¿Pero qué quiere Dios con la muerte tras este camino? Tras la cruz, irremediablemente esta la muerte, pero también la resurrección, el renacer como hombres nuevos y transformados.

    La luz que nos quiere mostrar este quinto misterio es ese renacer. La muerte es la muerte a la que Cristo nos llama y de la que se habla en la parábola de la semilla de trigo: “Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn. 12, 24).

    Cristo entiende nuestros problemas, pasó por todos. Es mejor llevar nuestras cruces junto a Él porque será más leve el camino; es bueno mirarlo de tanto en tanto como si fuéramos niños sostenidos de su mano, contarle cuánto sufrimos.

    También es bueno observar con el corazón y con humildad de qué manera este Hombre Dios llevó su dolor: con docilidad, pues si nos enfrentamos agresivamente con nuestros problemas no podremos transformarnos.

    Si la historia hubiera sido diferente y Cristo no entregaba su vida a la voluntad del Padre, no hubiera sido posible la resurrección ni la redención, lo que quiere decir que sin el Perdón que Cristo nos ganó con su muerte, no sería posible una nueva humanidad, la vida eterna, y, en definitiva, el alcanzar a Dios. Somos barro en las manos del alfarero y el alfarero es Dios…

    Un abrazo. ROSA

    Me gusta

Deja un comentario