No podemos diluir nuestra responsabilidad en los demás

Había una vez una pareja de novios que, debido a su situación económica precaria, dudaban en casarse, pensando que no podrían ofrecer un banquete adecuado a sus invitados. Sin embargo, los vecinos del pueblo les aseguraron que cada uno de ellos contribuiría con una botella de vino para la celebración.

Con el ánimo renovado, los novios planearon su boda y, en la noche del evento, invitaron a todo el pueblo. A la entrada del salón, colocaron un gran barril donde los invitados podrían verter el vino que habían llevado. Todos contribuyeron con entusiasmo, llenando el barril con lo que creían sería una variedad de vinos.

Pero cuando llegó el momento de brindar y se sirvió el contenido del barril en los vasos, todos se sorprendieron al descubrir que en realidad era agua lo que estaban bebiendo. ¿Cómo era posible? Resulta que cada persona había pensado lo mismo: «Traeré una botella de agua y la echaré en el barril, ya que los demás traerán vino y no se notará». Sin embargo, esta estrategia llevó a que el barril se llenara exclusivamente de agua.

Esta historia ilustra claramente cómo no podemos eludir nuestra responsabilidad individual confiando en que los demás asumirán por nosotros. Todos los invitados asumieron que su contribución de agua pasaría desapercibida entre las botellas de vino de los demás, pero el resultado fue que el barril quedó lleno de un líquido diferente al esperado. En última instancia, cada persona debe asumir su responsabilidad personal y actuar con integridad, sin depender de que otros cubran sus carencias.

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