Las cerezas de San Pedro

Cuenta una antigua leyenda un viaje de Jesús y San Pedro por el mundo un día de fuerte y bochornoso calor. En un momento se encuentran en el camino una vieja herradura. Jesús le dice a Pedro que la recoja. Y Pedro replica:

– Si no es más que un trozo de hierro viejo y oxidado. No vale la pena molestarse en recogerla.

Jesús no dice nada; se agacha y la coge.

Más adelante se cruzan con un chatarrero. El Señor entabla conversación con él y le vende la herradura por dos cuartos.

Llegan a un poblado y Jesús, con aquellos dos cuartos, se compra medio kilo de cerezas. Siguen caminando. El sol arrecia y con él la sed. El Señor, de vez en cuando, se lleva una cereza a la boca y, disimuladamente, deja caer otra al suelo. Pedro, ávidamente, se agacha a recogerla, para poder refrescar su garganta.

Cuando las cerezas se acaban, Jesús dice al Apóstol:

– Ves Pedro: no has querido agacharte una vez para recoger la herradura y has tenido que agacharte más de una docena de veces, para recoger las cerezas que yo iba dejando caer. Eso te enseñará a no despreciar nada ni a nadie, por más pobre e insignificante que parezca.

***

No hay nada ni nadie que, a los ojos de Dios, no tenga valor. Si no valiese, sería absurdo darle la existencia o permitir que existiera. Lo que importa es saber valorar las cosas según los planes del Señor.

3 comentarios sobre “Las cerezas de San Pedro

Deja un comentario