1. Claves de la postmodernidad, por Alejandro Llano

A continuación iré poniendo estos resúmenes de siete sesiones de 5 intelectuales modernos acerca de cómo hablar de Dios en la cultura postmoderna. Empezamos por esta buena charla del profesor Alejandro Llano sobre las claves de la modernidad:

1. ¿Qué es la Modernidad?

La Modernidad no es lo mismo que la Edad Moderna: la Edad Moderna es una denominación historiográfica que comprende desde la conquista de Constantinopla por los turcos hasta la Revolución Francesa. La Modernidad es una denominación cultural, centrada en la idea de emancipación, estrechamente conectada con la idea de Ilustración. La mentalidad crítica de la Modernidad supone un rechazo de las supuestas imposiciones de la autoridad eclesiástica y una reserva respecto a un presunto dogmatismo de la religión.

2. ¿Qué es la postmodernidad?

Se pensaba que la Modernidad, con el libre ejercicio de la racionalidad, conduciría al entendimiento entre los pueblos, a la paz, a la libertad… Pero el siglo XX aparece como la centuria más cruel de la historia. Entonces se impone repensarlo todo de una manera menos presuntuosa y racionalista. Así, la Postmodernidad no es un nuevo proyecto, sino un “antiproyecto”. El frío racionalismo se sustituye por el vitalismo, y, en general, por planteamientos relativistas y escépticos. El dogmatismo presenta riesgos de intolerancia y de violencia, y la auténtica libertad está vinculada al ateísmo o, al menos, al escepticismo religioso.

3. “Muerte del hombre” y “muerte de Dios”.

La gran decepción que lleva a proclamar el final de la Modernidad se produce al hilo de variadas frustaciones. Dejamos de creer en el racionalismo, pero al precio de caer en el relativismo. Lo primero que se relativiza es el hombre mismo y así se diluye todo humanismo posible. Foucault anuncia el nacimiento del hombre y anticipa a la vez su muerte: Antes del final del siglo XVIII el hombre no existía. Como la arqueología de nuestro pensamiento muestra sin dificultad, el hombre es una invención reciente. Una invención que quizá se acerca a su fin. Como otros temas, también el de la muerte del hombre está inspirado en Nietzsche, y especialmente en su muerte de Dios: Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. Naturalmente, no se puede tomar esta declaración en sentido literal. Lo que ha muerto, bajo el nombre de Dios, es el mundo espiritual y especialmente el mundo moral. Ahora es preciso descubrir otra manera de ser en este mundo.

4. Pensamiento débil

Desde el pensamiento débil se pretende, dice Gianni Vattimo, acompañar al ser en su ocaso. Se parte de que en el pensamiento actual no se propone ningún fundamento último, normativo. Heidegger se preguntaba cómo entra Dios en la filosofía, y contestaba que no hay ningún acceso para Él. Ahora la postura es más negativa, más trágica: Dios no puede entrar ni en la filosofía ni en ninguna manifestación de la cultura actual, porque Dios es el Absoluto y no hay nada absoluto, todo es relativo y débil.

Gianni Vattimo piensa que tenemos todavía demasiada nostalgia de la metafísica y no acabamos de llegar hasta el fondo de la experiencia del olvido del ser o de la muerte de Dios. El nuevo estilo postmoderno de pensar es, sobre todo, estético. Pero se trata de una estética no racionalista ni vanguardista, sino multicultural e incluso “retro”, como se revela sobre todo en la arquitectura y en la moda, las artes preferidas por los postmodernos.

5. Postmodernidad contra Modernidad

La discusión sobre la Modernidad y la Postmodernidad tiene fuertes implicaciones para el sentido de la vida de fe en la Iglesia Católica.

  • De una parte, los católicos podemos celebrar que la Modernidad se ponga en cuestión, pues en la Modernidad el catolicismo ha sido criticado. Pero la Modernidad también presenta ventajas: seriedad científica, promoción de los derechos humanos, libertad religiosa.
  • Por su parte, la Postmodernidad satisface porque parece reivindicar la tradición, criticar al cientificismo radical y reconocer la legitimidad de planteamientos que no se atengan estrictamente a la racionalidad científica. Pero considera al cristianismo como algo más bien cultural y estético, sometido al relativismo. La Postmodernidad expresa decepción y desencanto que se traducen en decadencia. La dispersión se decanta en diversión, es una trivialidad tan débil que llega a ser soportable, agradable incluso.

6. Contra los “grandes relatos”

La Postmodernidad trae como consecuencia la pérdida de los “grandes relatos” o “meta-relatos”, que darían cuenta de la totalidad de la cultura e incluso de la ciencia y de la técnica; y que ahora se desmitifican y son sustituidos por las nuevas tecnologías postindustriales: computadores, fotografía, vídeo y móviles.

El diálogo cultural de altura se atomiza en las redes sociales, hechas de mensajes cortos y perecederos. En la postmodernidad acontece la muerte del sujeto por obra de la televisión y de la “revolución informática”. La postmodernidad es la resistencia contra las convicciones fundamentales de nuestra cultura occidental y cristiana.

El enfrentamiento con las cuestiones decisivas de la existencia se busca en las dimensiones más cálidas de la vida: en experiencias, ensueños o sensaciones, se añora lo primario y entrañable, el retorno al hogar, los valores familiares, tradicionales y religiosos.

Desde el punto de vista ético y religioso, las posturas postmodernas están aquejadas de ambigüedad, de relativismo: según el problema, según el enfoque, según la situación y los protagonistas, las valoraciones son diferentes e incluso opuestas entre sí.

7. Los “movimientos divergentes”

Los “movimientos divergentes” configuran buena parte de la cultura actual. Los principales son ecologismo, feminismo, pacifismo y nacionalismo.

a) La conciencia ecológica limita la pretensión moderna de dominio de la naturaleza. Frente a la técnica invasiva, el ecologismo defiende el valor de lo no fabricado por el hombre y el carácter originario de las leyes naturales; pero no se trata de una rehabilitación de la ley natural. Hay un ecologismo materialista, en el que se produce la tremenda paradoja de la mentalidad abortista y antinatalista.

b) El feminismo tiene una clara fundamentación humanista y cristiana. La mujer es persona humana, su dignidad es igual que la del varón, frente a las discriminaciones odiosas que se producen especialmente a partir de la Ilustración. Pero el feminismo ideológico discurre por la vía del igualitarismo radical, que desconoce las peculiaridades de lo femenino y de lo masculino, y está en contra de la familia natural o “tradicional”. El feminismo auténtico, dice Jesús Ballesteros, además de denunciar las discriminaciones injustas, destacaría los aspectos decisivos y originarios del modo de ser femenino: el cuidado, el sentido del matiz y del detalle, la fortaleza, el equilibrio, la ternura, la atención a lo concreto; valores que ha desconocido sistemáticamente la razón racionalista, y que serían una clave de la postmodernidad positiva.

c) El pacifismo se entiende cada vez más como sensibilidad, mientras la carrera de armamentos y la multiplicación de conflictos se extiende por todo el mundo. La doctrina clásica de la guerra justa fue pensada en una época en que las armas no tenían el actual poder de destrucción: hoy es difícil calificar de “justa” a cualquier guerra actual. Pero tampoco es admisible una versión entreguista del pacifismo que conduce a la desprotección de los más débiles. Y se deben denunciar -como hacen los Romanos Pontífices- las agresiones a la dignidad de la persona humana, con independencia del bando en el que se produzcan.

d) El nacionalismo representa una reacción frente al cosmopolitismo sin calor y frente al poder que nivela y desposee a las personas de sus tradiciones íntimas y su derecho a ser “diferente”. Pero los nacionalismos radicalizados degradan el concepto de “patria”. La sensibilidad “postmoderna” intenta desengancharse de la nación-Estado, vinculada al concepto moderno de soberanía absoluta. Pero la reacción frente al estatismo suele terminar en el intento de reproducir pequeños Estados dentro del gran Estado.

8. Conclusión

Con este horizonte cultural y social, ¿qué sucede con la cuestión de Dios?

La mentalidad postmoderna considera que Dios no tiene que ver con la vida humana, las múltiples circunstancias que condicionan la vida humana no están relacionadas con Dios. Para los postmodernos la religión es una realidad cultural que se expresa en diferentes sensibilidades y experiencias; lo que se pide de un buen ciudadano es que sea tolerante y no defienda una religión en contra de las demás: en clave postmoderna la religión no es bivalente –sí o no– sino plurivalente. Y esta pluralidad no tiene que ver con la verdad o el error, sino con el sentimiento y las percepciones, con estilos de vida.

Hay una Postmodernidad que presenta un claro carácter humanista, en el sentido del llamado humanismo cívico: consiste en rescatar la modernidad de su versión racionalista vinculada al paradigma de la certeza, para interpretarla en la versión realista propia del paradigma de la verdad.

  • Aparece un pluralismo analógico de inspiraciones culturales, tradiciones históricas, actitudes sociales y posibilidades de orientación. Con esta pluralidad, no necesariamente relativista o fragmentada, están relacionados dos fenómenos emergentes (la globalización y el multiculturalismo), términos paradójicos claves del actual discurso público.
  • Desde un punto de vista social y político, se valora la responsabilidad cívica. No hay que esperar a que el Estado nos otorgue libertades y nos haga virtuosos: no hay más libertades que las que uno se toma ni más virtudes que las que uno vitalmente adquiere.
  • La expresión sociedad del conocimiento significa entender que las sociedades humanas tienen la verdad y el bien como fin, porque son comunidades que buscan críticamente cómo alcanzar una vida lograda. Algunas de las nuevas tecnologías de la comunicación no se compadecen fácilmente con la rigidez política del sistema de soberanía del Estado monopolizador y centralista.
  • Las comunidades vitales entran en una dinámica donde el tiempo es el parámetro decisivo, frente a la fuerza económica o el poder político, vinculados al dominio del espacio. En la esfera pública surge el ámbito del ethos, de la sabia comprensión del tiempo vital. En la Postmodernidad vuelve a ser imposible discutir de ética y de política sin recurrir a algo así como una verdad de la vida humana, es decir, a lo que hemos empezado a llamar nuevamente humanismo.

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