«Ahora, cada uno que rece el Padrenuestro en su propia lengua» (Papa Francisco)

A raíz de este comentario del Papa Francisco «Ahora, cada uno que rece el Padrenuestro en su propia lengua» dirigido a los seminaristas y novicias de todo el mundo el pasado 6 de julio, me ha venido la siguiente reflexión acerca de Babel, Pentecostés y la Nueva Evangelización:

Antes de la construcción de la torre de Babe!, todos los hombres hablaban la misma lengua, Dios diversificó las lenguas precisamente para castigar el orgullo que demostraba esta empresa. El milagro de pentecostés no restituye a los hombres aquella lengua única que habían perdido en Babel, no les da a los apóstoles esa lengua única que pudieran comprender todos sus oyentes. Les da, por el contrario, hablar a los oyentes en la lengua de cada uno, en tantas lenguas como son los países representados en el auditorio. La lección es clara: es a la Iglesia a la que corresponde asumir todas las lenguas de los hombres, todas las culturas que tienen su expresión y su vehículo en esas lenguas. No se trata tanto de conducir a los hombres a comprender su lenguaje, como de hablarles en la lengua que ellos tienen.

La misión universal de la Iglesia la exige precisamente a retraducir sin cesar de nuevo su mensaje para hacerlo inteligible a los hombres, entre todos los pueblos y a través de todos los tiempos, según su lengua, su cultura y sus modos de pensar. Una tarea ardua, pero precisamente para cumplirla recibió el Espíritu Santo el día de pentecostés.

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