«Solo cuando finalmente comprendamos que somos amados y que tenemos una relación de amor con Él, podremos dejar de pecar»

Mañana tengo que dar una meditación sobre el espíritu de penitencia, y me he acordado de este vídeo del P. Larry Richards. Aunque ya lo puse en el blog, me parece que puede ser oportuno volverlo a poner.

El pecado nos separa del Padre, y eso es algo grave. Conviene saber que podemos cometer un millón de pecados mortales pero nada puede evitar que Dios nos ame. Nada. Dios nunca dejaría de amarnos.

Hace poco estuve en San Francisco el sol brillaba allí espléndidamente, pero yo no podía dirigirme al sol y decirle: “Oye, sol, hoy me porté mal, no debes brillas sobre mi”. El sol no puede dejar de brillar… (Pues igual ocurre con Dios, no puede dejar de amarnos). Puedo ocultarme del sol, puedo cubrirme con un paraguas, pero el sol no deja de brillar. Cuando pecamos, Dios no deja de amarnos.

Él hace todo lo posible. ¿Nos damos cuenta de que Dios hace todo lo que puede para salvarnos? En la Misa da todo lo que tiene, da la vida. No tiene más para dar, hace todo lo que está en su poder para salvarnos. Pero aceptar su amor depende de nosotros. Él nunca nos obligará a aceptar su amor. Tenemos que recibirlo, tenemos que pedirle perdón, hay que volver corriendo a él, pero aunque no lo hagamos Él nunca dejará de amarnos.

Solo cuando finalmente comprendamos que somos amados y que tenemos una relación de amor con Él, podremos dejar de pecar.

Yo les preguntaba a mis estudiantes de la preparatoria: “En el futuro engañaréis a vuestras esposas ¿sí o no?”. “¡No, padre! ¿cómo puede preguntar algo así?”. Yo insistía: ¿por qué evitaréis engañar a vuestras esposas?”. “Es un mandamiento ¡No cometerás adulterio!”. Les decía: “No. ¿Qué evitará realmente que comentáis adulterio?” “No lo hago porque amo a mi esposa y no quiero hacerle daño. ¡Correcto! Lo que realmente evitará que yo peque es saber que Dios me ama y yo lo amo a Él, y no quiero herirlo.

No es porque yo no quiera ir al infierno. Si dejamos de pecar solo por no ir al infierno ¿a quién estamos amando? ¡A nosotros mismos! ¡Es solo otra forma de amarse a uno mismo! Solo busco otra forma de hacer que Dios haga lo que yo quiero: “Dios, no voy a hacer esto porque no quiero que te enfades conmigo”. ¡Sigue siendo algo egoísta! ¡Solo estoy pensando en mi! ¡Lo único que evitará de verdad que yo siga pecando es saber que soy amado, y por eso no quiero seguir hiriéndolo!

(Ahora el Padre Larry cuenta un suceso muy divertido y profundo a la vez de un ternero que tuvo que cargar a hombros y todo lo que sucedió… es preferible escuchárselo contar a él, y evito transcribirlo) … Al final del relato, Dios le hace ver que él era el ternero: “Eso es lo que tú me haces cada vez que pecas”. “¡Dios! ¿Por qué me dices estas cosas?” Es que yo prefiero pensar que el pecado es como decir: “Voy a tomar otra galleta del frasco. Perdona, Dios. Sé que en realidad no te importa”. Pero el pecado…

Jesús es el Buen Pastor. El día que llegamos a ël en el Bautismo, o el día que le entregamos nuestra vida, este buen pastor nos levanta y nos coloca sobre sus hombros. Lo único que quiere es llevarnos al Cielo. Es todo lo que quiere. Y nosotros estamos allí y gritamos: “¡Déjame bajar! ¡Quiero hacer esto a mi manera! ¡Déjame bajar!” Y hacemos nuestras cosas sobre Dios pero Dios nunca nos suelta. A menos que digamos: “Ya no te quiero más en mi vida, Dios”. El comprende que caigamos en el pecado, a menos que lo rechacemos. En ese caso nos da lo que elegimos.

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Puede ayudar comentar el pasaje del leproso curado porque  Jesús le toca sin miedo ni asco Lc 5,12-16: Sucedió que … se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. 13 Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio”.

– Aquel que le daba miedo y asco el mal y el pecado… Amor con amor se paga… La médica enferma: Yo soy una como tú…  Amor con amor se paga… El sacerdote que experimento el deseo de perdonar de Dios… por eso aunque cueste por algo no retrasar ni omitir, pensar en el tormento de la espera…

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