Ser sencillos para entenderlo todo

«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. ¡Sí, Padre, así te ha parecido mejor!»

Aquí te dejo con esta impresionante relato sacado de la vida misma. Nos lo cuenta Fulgecio Espa:

Tenía la impresión de haber sido tremendamente aburrido. Juan Luis había empezado a colaborar desde hacía poco en las charlas a matrimonios jóvenes: se preparaba a conciencia y confiaba su eficacia al Espíritu Santo. Aquel día debía comentar el evangelio que leemos en la Misa de hoy. No le pareció nada fácil. Jesús se dirige al Padre diciendo que ha escondido las cosas más importantes a los sabios y entendidos, y se las ha revelado a las personas más sencillas. La plegaria de Cristo concluye con la aceptación de la voluntad de Dios: ¡Sí, Padre, porque así te ha parecido bien!

Juan Luis leyó el texto y luego habló de la necesidad de ser sencillos para comprender las cosas y, al mismo tiempo, de poner todo el esfuerzo en conocer la voluntad de Dios y ponerla en práctica. Los grandes de este mundo dan unas soluciones, pero realmente el progreso de las familias y de los pueblos está en la sencillez del diálogo con Dios y la obediencia a su divina voluntad. Así terminó la charla… con la sensación de haber colocado un tostón difícil de tragar.

A los pocos días, encontró a una joven madre del grupo de matrimonios en el supermercado: comenzaron a charlar y, cuando ya se despedían, ella rompió a llorar. Fue entonces cuando se vio en la obligación de explicarle lo que había pasado.

La mañana de la conferencia –contaba entre lágrimas– había ido con su marido al hospital, con su hijo de pocos años. Desde que nació sufría una parálisis cerebral: todo en él, salvo la respiración, era asistido. Durísimo. El médico les había dado nulas esperanzas de mejora, es más, lo había pintado todo tan mal que, al término de la conversación, había sugerido con sutileza interrumpir la alimentación y aumentar la dosis sedante. Serían unos pocos días en la vida del muchacho… y luego un gran descanso para él y para todos.

La madre, compungida y dudosa, fue a Misa buscando el auxilio de Dios. El médico casi la había convencido. Al terminar, bajó al salón de actos, a la reunión de matrimonios. Las palabras del evangelio que leyó Juan Luis, y su modo de glosarlas, le calaron hasta lo más hondo. Comprendió la necesidad de decir siempre «sí» a Dios y a los demás.

¡Sí, Padre!, dijo esta chica en su interior, y volvió a casa dispuesta a seguir luchando por la vida de su hijo, a quien hoy quería más que nunca… Le había dicho a Dios y a la Virgen que quería ser lo suficientemente sencilla como para entender lo que le sucedía a su hijo, lo que pasaba por su corazón.

Querido lector: hay cosas que solo los humildes son capaces de comprender.
(cfr. Julio con Él, 2013).

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