Cuando el lujurioso despierta tras la embestida feroz de la fantasía que la lujuria desata, al contemplar la devastación causada, siente repugnancia de sí. La lujuria animaliza, humilla, arrastra hasta las profundidades del propio barro, e incapacita para la vida espiritual. Pero, y esta es la tragedia del lascivo, retornará a someterse cuando la bragadura lo cite, y hozará en la ciénaga, cada vez con más furor, hasta que volver a morir ahogado en su propio vómito.
Todo comenzó en la adolescencia. Se desató al potro carnal antes de tiempo, y esa bestia feroz, una vez suelta, no hay quien la vuelva a estabular. Si se la hubiera tocado entonces con la Cruz, habría sido redimida para volver a ser lo que fue en el plan de Dios: un chispazo divino de amor, de vida y de gozo por el que hombre y la mujer son elevados a la semejanza divina. (Cfr. José-Fernando Rey Ballesteros)… Pero recuerda: ¡siempre hay esperanza!: lo que resulta imposible para los hombres, es posible para Dios.
Muy gràfico y muy comùn. Es dificil encauzar las pasiones y no tienes por donde. Gracias por su reflexiòn.
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Gracias aramateos por tu comentario. Pero recuerda: siempre hay esperanza: lo que resulta imposible para los hombres, es posible para Dios. Saludos
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