El vibrante capítulo 53 del libro de Isaías

Ayer exploramos el enigmático mensaje de Daniel 9, y hoy nos sumergimos en el vibrante capítulo 53 del libro de Isaías, donde somos llevados a las profundidades del alma del Mesías, revelándose en toda su magnitud la voluntad expiatoria de su sacrificio.

En la primera parte de la profecía, se presenta al Siervo Sufriente en un acto de humildad y entrega sin precedentes de otras visiones mesiánicas: «Maltratado, voluntariamente se humillaba | y no abría la boca: | como cordero llevado al matadero, | como oveja ante el esquilador, | enmudecía y no abría la boca…» (Isaías 53,7).

Esta imagen conmovedora de sumisión y resignación ante el sufrimiento halla su más sublime realización en la figura de Jesucristo. Durante su juicio y crucifixión, no se defendió a sí mismo, sino que abrazó el dolor en silenciosa aceptación (cf. Mateo 27,12-14; Marcos 14,61; Lucas 23,9).

El texto compara al Siervo Sufriente con la figura de un cordero llevado al sacrificio y una oveja ante el esquilador, una analogía que encuentra su cumplimiento en Jesucristo, identificado como «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1,29; 1 Pedro 1,18-19).

  • Encontramos referencias explícitas a este pasaje de Is 53,7 en los relatos de los evangelios y las epístolas, donde se evidencia la conexión entre la profecía y su cumplimiento en la vida y muerte de Jesús (Mateo 26,63; 27,12-14; Marcos 14,61 y 15,5; Lucas 23,9; Juan 19,9; 1 Pedro 2,23.)

En la segunda parte de la profecía, se aborda la muerte injusta del Siervo y su sepultura entre los impíos, un destino que, paradójicamente, lo llevó a descansar finalmente entre los ricos: “… Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, | ¿quién se preocupará de su estirpe? | Lo arrancaron de la tierra de los vivos, | por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados | mas con los ricos fue en su muerte (y una tumba con los malhechores) | aunque no había cometido crímenes | ni hubo engaño en su boca” (Isaías 7,8-9)

Este cumplimiento se manifiesta en Jesucristo, cuya crucifixión, aunque inicialmente debía compartir el destino de los malhechores en una fosa común, terminó siendo honrado con un sepulcro nuevo, proporcionado por José de Arimatea, un hombre rico y discípulo secreto de Cristo (cf. Mateo 27,57-60; Marcos 15,43-46; Juan 19,38-42).

La expresión «Lo arrancaron de la tierra de los vivos» resalta la prematura interrupción de la vida del Siervo, mientras que «por los pecados de mi pueblo lo hirieron» subraya el carácter expiatorio del sacrificio de Jesucristo, cuyo sufrimiento inocente se erige como el acto redentor y liberador de la humanidad (cf. Isaías 53,10-12).

Finalmente, se enaltece la pureza y la ausencia de engaño en la vida de este Siervo: “… aunque no había cometido crímenes | ni hubo engaño en su boca”, una cualidad que encarnó plenamente Jesucristo, quien fue declarado inocente por Pilato incluso cuando fue condenado a muerte (cf. Juan 18,38, Hebreos 4,15; y explícitamente en 1 Pedro 2,22).

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