el camino que nos lleva a la felicidad del cielo

Uno de los pioneros que exploraron las tierras de los esquimales fue Hudson, Vicario Apostólico de Bai, quien en cierta ocasión llevó a un esquimal a la ciudad de Churchill, el único bastión de civilización en el Vicariato.

El esquimal contemplaba en silencio las maravillas: los escaparates relucientes, los trenes veloces, los rascacielos imponentes, hasta que finalmente expresó: ‘Estos blancos poseen un ingenio admirable; construyen imponentes edificaciones que desafían las alturas, erigen largas moradas que surcan los rieles, y generan luz mediante el fuego que viaja por los hilos conductores. Sin embargo, no los veo dedicarse a la oración en ningún momento. Nosotros, en Iglulik, quizás no poseamos el mismo conocimiento que estos blancos, pero rezamos con más fervor y hallamos mayor felicidad‘. *

¡Qué gran enseñanza! ¡Cuántos seres desdichados por no comprender el valor de la oración, por buscar la felicidad exclusivamente en los placeres!

*Fuente: ROMERO, F., Recursos Oratorios, Editorial Sal Terrae, Santander, 1959

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