El enigma profético de Daniel 9,26

En el libro de Daniel encontramos esta profecía singular que ha fascinado a teólogos e historiadores por igual. Esta profecía, datada del siglo II a.C., y predice con asombrosa precisión el momento en que se desarrollarían acontecimientos de la obra de la Redención.

La precisión de la profecía:

El versículo comienza con una frase enigmática: «Pasadas las sesenta y dos semanas, matarán a un ungido inocente». Esta profecía establece un marco temporal preciso para la muerte del Mesías, y un evento que marcaría un antes y un después en la historia del mundo.

Coincidencia con la vida de Jesús:

Una interpretación ampliamente aceptada sostiene que las sesenta y dos semanas mencionadas en la profecía pueden sumarse a las siete semanas del versículo 25. Esto da como resultado un total de sesenta y nueve semanas, que equivalen a 483 años. Si sumamos estos años a la fecha del decreto de Artajerjes en Nehemías 2:1-20, la fecha final de las sesenta y nueve semanas coincide de forma notable con la fecha de la crucifixión de Jesús.

El destino del Mesías:

El versículo 26 afirma con rotundidad: «matarán a un ungido inocente«. La palabra hebrea traducida como «Ungido» es «Mashíaj», que significa Mesías. La profecía anuncia el destino del Mesías: su muerte. Este hecho encuentra su cumplimiento en la crucifixión y muerte de Jesucristo, tal como lo narran los Evangelios (Mateo 27, Marcos 15, Lucas 23, Juan 19).

Consecuencias de la muerte del Mesías:

El versículo continúa describiendo las consecuencias de la muerte del Mesías: «Vendrá un príncipe con su tropa y arrasará la ciudad y el templo…«. Esta profecía se cumplió con la destrucción de Jerusalén y el Templo en el año 70 d.C. por parte de las fuerzas romanas.

Un final apocalíptico:

El pasaje finaliza con una descripción apocalíptica: «pero su final será un cataclismo; guerra y destrucción están decretadas hasta el fin...». Algunos interpretan esta destrucción como un símbolo del fin del sistema de sacrificios y la mediación sacerdotal del judaísmo, que sería reemplazado por el sacrificio perfecto y eterno de Cristo.

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