Le dolía la garganta…

Me viene a la memoria este caso que un día me contaron:

«Recuerdo a un padre, a cuyo hijo acababan de diagnosticar una enfermedad de parálisis progresiva que le conduciría a la muerte, y que no acababa de aceptar la enfermedad. La familia decidió ir de romeria a Torreciudad a pedir por el hermanito. En el coche rezaban juntos el rosario, pero el padre callaba. Cuando le preguntaron que por qué dijo que le dolía la garganta. Ya en el santuario acudieron a Misa, pero el papá no comulgó. Al final fueron a poner velitas a la Virgen y el enfermito que no solía hablar porque le costaba mucho respirar, se adelantó con su vela a la Virgen y le dijo: “Virgen, te pido para que se cure papá de la garganta”… En ese momento: el padre echó dos lagrimones. Y entendió, que Dios a través de su hijo, le estaba pidiendo que aceptara la situación, y así lo hizo».

Esta anécdota nos puede ayudar en el tiempo de Cuaresma a preparar nuestro corazón hacia la penitencia para hacer una buena confesión. Se trata también de tocar fondo, de llegar hasta lo más profundo del corazón para curar las heridas secretas que puedan haber… No solo se nos curará la garganta y encontraremos la paz interior, sino que llenaremos de una alegría profunda especial el ámbito en el que vivimos.

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