Miguel Delibes y Miguel de Unamuno

MIguel Delibes

A raíz de la muerte de este gran literato español, Miguel Delibes, he leído un artículo en el que decía: «Me reconozco cristiano y católico», y donde afirmaba: «El hecho de que yo me incline por el humilde revela mi espíritu democrático, pero también mi espíritu cristiano»

Miguel de Unamuno

Esto me trajo a la memoria, algo que leí hace años sobre Miguel de Unamuno. En cierta ocasión y siendo apenas un muchacho de 15 años, al volver de comulgar decidió abrir el evangelio al azar y poner el dedo sobre un pasaje, para saber que le quería decir el Señor a él. Y le salió el siguiente texto: «Id y predicad el Evangelio por todas partes». Al leerlo despacio sintió una una profunda impresión, porque entendió que era como un mandato de que se entregara totalmente a Dios. Pero… pensó: «si sólo tengo 15 años y, además, tengo novia. Demasiada casualidad, se dijo, ha sido todo muy rápido»… Así que decidió probar otra vez. Abrió de nuevo la Escritura y con el dedo señaló un versículo al azar. Esta vez leyó: «Ya os lo he dicho y no habéis hecho caso ¿por qué lo queréis oír otra vez?». Esta experiencia como el escribió en una carta a un amigo le influyó toda su vida  (cfr.Carta de Miguel de Unamuno el 25 de marzo de 1898 a su amigo Jiménez Ilundain en Literatura del siglo XX y cristianismo. Charles Moeller, página 71 y 72).

En Salamanca entrando en el cementerio a la derecha en un nicho a cieta altura podemos leer:

«Méteme, Padre eterno, en tu pecho,

misterioso hogar.

Dormiré allí, pues vengo deshecho

del duro bregar».

Se trata del Epitafio de: Miguel de Unamuno, es la última estrofa de su poema «Salmo III», que dice:

SALMO III
¡Oh, Señor, tú que sufres del mundo
sujeto a tu obra,
es tu mal nuestro mal más profundo
y nuestra zozobra!

Necesitas uncirte al infinito
si quieres hablarme,
y si quieres te llegue mi grito
te es fuerza escucharme.

Es tu amor el que tanto te obliga
bajarte hasta el hombre,
y a tu Esencia mi boca le diga
cuál sea tu nombre.

Te es forzoso rasgarte el abismo
si mío ser quieres,
y si quieres vivir en ti mismo
ya mío no eres.

Al crearnos para tu servicio
buscas libertad,
sacudirte del recio suplicio
de la eternidad.

Si he de ser, como quieres, figura
y flor de tu gloria,
hazte, ¡oh, Tu Creador, criatura
rendido a la historia!

Libre ya de tu cerco divino
por nosotros estás,
sin nosotros sería tu sino
o siempre o jamás.

Por gustar, ¡oh, Impasible!, la pena
quisiste penar,
te faltaba el dolor que enajena
para más gozar.

Y probaste el sufrir y sufriste
vil muerte en la cruz,
y al espejo del hombre te viste
bajo nueva luz.

Y al sentirte anhelar bajo el yugo
del eterno Amor,
nos da al Padre y nos mata al verdugo
el común Dolor.

Si has de ser, ¡oh, mi Dios!, un Dios vivo
y no idea pura,
en tu obra te rinde cautivo
de tu criatura.

Al crear, Creador, quedas preso
de tu creación,
mas así te libertas del peso
de tu corazón.

Son tu pan los humanos anhelos,
es tu agua la fe;
yo te mando, Señor, a los cielos
con mi amor, mi sed.

Es la sed insaciable y ardiente
de sólo verdad;
dame, ¡oh, Dios!, a beber en la fuente
de tu eternidad.

Méteme, Padre eterno, en tu pecho,
misterioso hogar,
dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar.

Fuente: SALMO III

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