Un tacaño sorprendido

Un cuento dedicado a los que no quieren esforzarse por trabajar bien, quizá porque olvidan que el hombre fue puesto en este mundo para que lo trabajase (Gen 2,15). Se cosecha lo que se siembra:

Había un rey que deseaba edificar un gran palacio y encargó a uno de sus hijos la construcción. Le entregó la suma de dinero necesaria. El hijo era un «vivo», y pensó: «Construiré el palacio con malos materiales y el dinero que ahorre me lo guardaré. Así que lo mismo me da si en poco tiempo se viene abajo».

Y actuó de esta forma. Cuando lo hubo terminado, se presentó ante su padre y le dijo: —El palacio que me encargaste ya está concluido. Puedes disponer de él cuando gustes.

El rey tomó las llaves y las devolvió a su hijo con estas palabras: —Te entrego el palacio que construiste. Es para ti. Esa es tu herencia.

Cfr. A. Ducay, Voluntad fuerte.

3 comentarios sobre “Un tacaño sorprendido

  1. Es un gran ejemplo para los hijos que estudian “mal” con trampas y no aprovechan los tiempos y los esfuerzos de los padres para que ellos sean mantenidos para que puedan estudiar… en estos tiempos esa es su herencia y cómo se preparen serían las llaves de su futuro. …
    Que triste los hijos que engañan a los padres…
    Gracias por todas sus reflexiones…

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