«La esperanza es el armazón del existir humano en el tiempo» (L. Polo)

flor-en-el-desierto.jpg«Tengan siempre en el corazón esta certeza: Dios camina a su lado, en ningún momento los abandona. Nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón». Francisco Homilía, 24-7-2013

La esperanza es la virtud del caminante. Virtud teologal, por una parte, que apunta directamente al Cielo. Virtud humana que nos permite mirar el mundo, con sus problemas y sus gentes, con optimismo. Siempre encontraremos una salida, una puerta que se abre, un camino que no habíamos visto… Es también hábito y virtud humana en cuanto que el hombre tiende a más de forma natural.
Cuando el caminante se dirige a su meta definitiva y eterna, estamos tratando de la virtud teologal de la fe, que abre camino siempre a la esperanza. Es la luz que esclarece el sendero.

Para muchos el «ahora» es lo único que el hombre posee, solo existe el presente. Sin embargo, este enfoque del tiempo humano es parcial. Actuamos aquí y ahora del mismo modo que ante la pantalla del ordenador: solo se puede operar donde está el cursor. Pero el hombre tiene una capacidad mucho mayor. Un índice de esto es precisamente la esperanza. Además el hombre conoce su pasado: no lo puede modificar, pero lo conoce.
Nuestro constante mirar al futuro y la incansable búsqueda, la presencia de deseos que queremos alcanzar, la capacidad de planificar para más adelante y de trazarnos metas, son manifestaciones de que el hombre camina hacia el futuro. Un futuro que no podemos adelantar hoy y ahora, pero somos capaces de tender a él. Inmerso en el tiempo, el hombre está proyectado hacia el futuro, porque lo suyo es crecer: «la esperanza es el armazón del existir humano en el tiempo».
El presente nos dice que hemos aprendido, amado, sufrido y hemos llegado hasta aquí; hemos superado adversidades, decepciones, disgustos: la experiencia nos dice que somos capaces de muchas metas y pruebas que creíamos inalcanzables o insuperables. Se cuenta el caso de los trabajadores de una empresa que habían obtenido muy buenos resultados a pesar de dificultades indecibles; cuando sus jefes les preguntaron cómo habían podido lograr aquello que parecía inalcanzable, uno de ellos respondió con sencillez: «nosotros no sabíamos que era imposible».
Todos tenemos capacidades ocultas que se presentan cuando las necesitamos. Podemos crecernos ante la dificultad o amilanarnos. Muchas veces depende de la actitud que adoptan aquellos que están alrededor.
Cuenta Jesús Urteaga una bella historia, de las que animan:
«No podré olvidar jamás tres palabras de mi padre que cambiaron mi vida… Tenía entonces diecisiete años, y el resultado de los exámenes trimestrales fue catastrófico: desilusionado con los resultados de mis exámenes, el director había concertado a toda prisa una entrevista con mi padre.
»Recuerdo muy bien aquella noche fatídica. Cincuenta y tres años después puedo recordar perfectamente lo que ocurrió. A las ocho de la noche estábamos en el Seminario. Yo me temía lo peor y así fue. El rector le dijo a mi padre: “después de todo, Dios llama a sus hijos por caminos muy distintos, son pocos los llamados a la vida intelectual, y menos todavía los que alcanzan la vida sacerdotal”; no lo he dicho todavía: yo quería ser sacerdote.
»Mi padre trató de defenderme por el fracaso de los exámenes, pero el rector le cortó en seco: “no debe usted afligirse, san José era carpintero. Dios encontrará trabajo para ese hijo suyo”. Nos despedimos. No había nada que hacer. Estaba claro que me expulsaban del colegio.
»Como si fuera ayer, recuerdo aquella noche fría, oscura, húmeda. Fuimos a casa en silencio, cada uno dando vueltas a sus propios pensamientos. Los míos eran tristes. Al fin, demostrando indiferencia como suelen hacer los chicos, dije: “que se queden con su título. Conseguiré un empleo y te ayudaré en el trabajo, padre”.
»Mi padre puso su mano sobre mi hombro y me dijo estas pocas palabras, que hoy las escribo por si pueden alentar a otros: sigue adelante, hijo. Y yo seguí.
»Y a continuación iba la firma del que tenía ya setenta años cumplidos y que a los diecisiete expulsaron del colegio, porque no valía para estudiar para sacerdote. La firma decía: Richard, Cardenal Cushing. Arzobispo de Boston». (F. F. Carvajal en Pasó haciendo el bien)

4 comentarios sobre “«La esperanza es el armazón del existir humano en el tiempo» (L. Polo)

  1. Me ha tocado mi punto sensible, D. Jesús Urteaga, Gracias a él, he llegado muy lejos, aunque todavía me queda mucho por corretear (léase por hacer). ¿Os acordáis de mi lema: «Siempre alegres para hacer felices a los demás»? Pues es de él. El me lo enseñó y yo lo he compartido y no podéis imaginar el bien que me ha causado a lo largo de mi vida.
    Hoy me he dado » yo «el alta. Eso no quiere decir que no voy a hacer caso a lo que me diga el médico, pues seria una imprudencia pero sí estoy convencida de que todo tiene solución. si afrontamos las cosas desde la inteligencia, el sentido común y la voluntad de superación. Por eso mismo, estoy aquí, como hace días con mis amigos del blog, a quienes he echado mucho de menos.
    Que he estado enferma, ya ni me acuerdo, que he tenido dolores los he dejado en el camino, que mis riñones están mas o menos debilitados, no importa, así como estoy me quiere Dios y eso es lo importante.
    Un abrazo muy grande para todos.

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