El Papa en oración

André Frossard es un hombre que ha tenido la oportunidad de conocer a Juan Pablo II de cerca. En su libro de conversaciones con el Papa (No tengáis miedo), nos habla de la extrema minuciosidad con que dice la Santa Misa —«con la aparente lentitud de los astros en traslación por el cielo»—, de la acción de gracias posterior, en la que permanece arrodillado en su reclinatorio por espacio de veinte minutos. Frossard resume así su experiencia de hombre que ha visto rezar al Papa: «Ante mí tenía un bloque de oración».

En el mismo libro se nos relata que al día siguiente del atentado sufrido en la plaza de San Pedro, apenas vuelto en sí, su primera pregunta fue: «¿Hemos rezado completas?» Durante el camino hacia la clínica —según testimonio de su secretario don Estanislao— iba con los ojos cerrados. Sufría mucho y repetía breves plegarias exclamatorias. Sobre todo: «¡María, Madre mía! ¡María, Madre mía!»

Una religiosa que le atendió en el hospital recibió esta confidencia del Santo Padre: —El mundo entero tiene derecho a esperar mucho del Papa, luego el Papa no rezará nunca lo bastante.

Muchos periodistas se preguntaban, cuando el viaje del Romano Pontífice a España, qué haría el Papa durante el vuelo en avión. Uno de ellos escribió: «En este viaje, Juan Pablo II se ha dedicado a rezar, salvo el tiempo del almuerzo. Primero fue el breviario y luego me han contado que tomó su libro de oraciones y no lo dejó hasta el momento del aterrizaje. Generalmente, es lo que hace en los viajes en avión o en helicóptero, cuando se traslada de un punto a otro».En una entrevista televisada, un periodista, sacerdote muy conocido, refería cuál era la actividad ordinaria del Santo Padre cualquier día de los que le acompañó durante la estancia en España. Después de dar una serie de detalles sobre horarios, etc., terminó por confesar que Juan Pablo II se pasaba el día rezando: «es un Papa —decía— muy rezador». Se comprende, después de lo que se ha reseñado más arriba, su confidencia a la hermana que le atendió durante la hospitalización.

Julio Eugui en Mil anécdotas de virtudes

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