Los brazos

En una aldea alemana, durante la guerra mundial sufrió muchos daños la iglesia parroquial a causa de los bombardeos. Allí se guardaba una imagen de Cristo crucificado, de gran devoción en la comarca y de notable valor artístico. De resultas de una de las bombas, la imagen perdió los dos brazos. Cuando terminó la contienda, se plantearon qué podían hacer con el Cristo. Unos eran partidarios de dejarlo tal y como había quedado. Otros preferían encargar a algún artista que hiciera una reproducción de los brazos, en base a fotografías, y completar así la escultura.

Sabemos que prevaleció la primera de las ideas. El Cristo quedó sin brazos, en el lugar de costumbre, pero debajo hubo una inscripción de este tenor: «Mis brazos sois vosotros». Todo un símbolo.

Sinteticé así hace unos años el relato que hace F. Fernández Carvajal en su libro La tibieza. En esta nueva edición puedo añadir algún detalle nuevo. Propiamente no se trata de una aldea sino de la ciudad de Münster. Las palabras están escritas en el madero de la cruz donde ya no hay brazos, y dicen textualmente (en alemán): «ahora vosotros sois mis brazos». Rezando ante ese crucifijo Santa Edith Stein decidió entrar en el Carmelo.

Algo de esto quiere expresar Michel Quoist en su libro Oraciones: «Tengo necesidad de tus manos para continuar bendiciendo, tengo necesidad de tus labios para continuar hablando, tengo necesidad de tu cuerpo para continuar sufriendo, tengo necesidad de ti para continuar salvando».

D. Julio Eugui en «Mil anécdotas y virtudes«

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