El modo en que vemos el problema es el problema

Stephen R. Covey suele decir que a menudo el problema está en el modo en que vemos el problema. El propone en su libro «los 7 hábitos de la gente altamente efectiva» cambiar el modo de ver el problema “desde fuera” por un enfoque del problema “desde dentro”. Se trata de ir a la raíz. Queremos algo más que aspirinas y parches. Hemos de ir a la sustancia, queremos desarrollo verdadero. Un tratamiento serio ha de ser etiológico (de las causas) y no solo sintomático (de los síntomas). Queremos resolver los problemas crónicos subyacentes y centrarnos en los principios que producen resultados verdaderos y a largo plazo.

Se trata pues, de ponernos en un nuevo nivel vital más profundo. Albert Einstein observó que «los problemas significativos que afrontamos no pueden solucionarse en el mismo nivel de pensamiento en el que estábamos cuando los creamos». Cuando miramos a nuestro alrededor y en nuestro propio interior,  reconocemos que los problemas creados mientras vivimos e interactuamos “desde fuera” son en realidad problemas más profundos, fundamentales, y que no pueden resolverse en el nivel superficial en el que fueron creados. El paso de un enfoque «De adentro hacia afuera» significa empezar por la persona; más fundamentalmente, empezar por la parte más interior de la persona: los paradigmas, el carácter y los motivos.

Significa por ejemplo, que si uno quiere tener un matrimonio feliz, tiene que ser el tipo de persona que genera energía positiva y elude la energía negativa en lugar de fortalecerla. Si uno quiere tener un hijo adolescente más agradable y cooperativo, debe ser un padre más comprensivo, empático, coherente, cariñoso. Si uno quiere tener más libertad, más margen en el trabajo, debe ser un empleado más responsable, más útil, más colaborador. Si uno quiere despertar confianza, debe ser digno de confianza. Si uno aspira a la grandeza secundaria del talento reconocido, debe centrarse primero en la grandeza primaria del carácter.

Según afirma el autor, el ha visto como el paradigma “desde fuera” genera personas infelices que se sienten sacrificadas e inmovilizadas, concentradas en los defectos de otras personas y en las circunstancias a las que atribuyen la responsabilidad por su situación de estancamiento. Ha visto como genera matrimonios desdichados en los que cada cónyuge quería que cambiara el otro, en los que cada uno «confiesa» los «pecados» del otro, en los que cada uno quiere «moldear» al otro. Ha visto como genera disputas laborales en las que se consumían cantidades enormes de tiempo y energía tratando de crear leyes que obligaran a la gente a actuar como si realmente existiera un fundamento de confianza.

Para ejemplificarlo pone estos ejemplos sacados de casos reales:

“He asistido a un curso tras otro sobre dirección de empresas. Espero mucho de mis empleados y me empeño en ser amistoso con ellos y en tratarlos con corrección. Pero no siento que me sean leales en absoluto. Creo que, si por un día me quedara enfermo en casa, pasarían la mayor parte del tiempo charlando en los pasillos. ¿Por qué no consigo que sean independientes y responsables, o encontrar empleados con esas características?”

El modo de ver el problema “desde fuera” me dice que puedo emprender algún tipo de acción espectacular —sacudir la organización, cortar cabezas— que haga que mis empleados mejoren el desempeño y aprecien lo que tienen. O que puedo encontrar algún programa de entrenamiento motivacional que consiga comprometerlos. Incluso que podría contratar nuevo personal que trabajara mejor. Pero el enfoque del problema “desde dentro” me interpela así: ¿No es posible que por debajo de esa conducta aparentemente desleal, los empleados se estén preguntando si yo en realidad actúo bien con ellos? ¿Deben creer que los estoy tratando como objetos mecánicos? ¿Hay algo de verdad en ello? En realidad, en un plano profundo, ¿no es así como los veo? ¿Existe la posibilidad de que el modo en que considero a la gente que trabaja para mí forme parte del problema?

“Hay mucho que hacer y nunca tengo el tiempo suficiente. Me siento presionado y acosado todo el día, todos los días, siete días por semana. He asistido a seminarios de control del tiempo y he intentado una media docena de diferentes sistemas de planificación. Me han ayudado algo, pero todavía no siento estar llevando la vida feliz, productiva y tranquila que quiero vivir”.

El modo de ver el problema “desde fuera” me dice que tiene que haber algo (algún nuevo seminario o planificador) que me ayude a controlar todas esas presiones de una manera más efectiva. Pero el enfoque del problema “desde dentro” me interpela así: ¿No existe la posibilidad de que la efectividad no sea la respuesta? ¿El hecho de hacer más cosas en menos tiempo determinará una diferencia esencial, o sólo aumentará la rapidez con la que reacciono ante las personas y circunstancias que parecen controlar la vida? ¿No puede ser que deba ver ciertas cosas de una manera más profunda y fundamental, algún paradigma interior que afecta el modo en que veo mi tiempo, mi vida y mi propia naturaleza?

Mi matrimonio se ha derrumbado. No nos peleamos ni nada por el estilo; simplemente ya no nos amamos. Hemos buscado asesoramiento psicológico, hemos intentado algunas cosas, pero no podemos volver a revivir nuestros antiguos sentimientos.

El modo de ver el problema “desde fuera” me dice que tiene que haber algún nuevo libro o un seminario en el que la gente saque a la luz sus sentimientos, algo que ayudará a mi esposa a entenderme mejor. Pero el enfoque del problema “desde dentro” me interpela así: ¿es posible que mi esposa no sea el verdadero problema? ¿Puedo estar otorgando poder a las debilidades de mi esposa, y haciendo que mi vida dependa de la manera en que me tratan? ¿Tengo algunos paradigmas básicos acerca de mi esposa, acerca del matrimonio, de lo que es realmente el amor, que están alimentando el problema?

De adentro hacia afuera es un proceso, un continuo proceso de renovación basado en las leyes naturales que gobiernan el crecimiento y el progreso humanos. Es una espiral ascendente de crecimiento que conduce a formas progresivamente superiores de independencia responsable e interdependencia efectiva. Por eso, como decía T. S. Eliot: No debemos dejar de explorar, porque al final de nuestra exploración llegaremos a nuestro punto departida y conoceremos el lugar por primera vez.

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