El cristianismo tiene mucho que decir en lo que se refiere a las relaciones con el prójimo, sobre todo porque piensa que todos los hombres somos hijos de Dios.
La lógica divina
Por eso, hay que amar a todos los hombres. Por esa misma razón, no se puede considerar a nadie como enemigo, y nunca se adquiere el derecho de maltratar o despreciar a alguien. Puede suceder que alguien se considere enemigo nuestro, pero nosotros no debemos considerar a nadie como enemigo. Así se explica que el Señor mande amar a los enemigos y hacer el bien a los que persiguen y calumnian.
Así se lee en el Evangelio de San Lucas (6, 27-38): «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian… Tratad a los hombres como os gustaría ser tratados…. Sed misericordiosos porque vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; absolved y seréis absueltos. Dad y se os dará: una medida buena, prieta, llena, abundante será derramada en vuestro regazo. La medida que con otros uséis, ésa se usará con vosotros».
La lógica de Dios es bastante distinta a la de los hombres. Dios quiere vencer con la fuerza del amor, no con la violencia. No se quiere vencer a los enemigos destruyéndolos, sino amándolos. Se espera que así se den cuenta de su error, aun sabiendo que algunos no se darán cuenta nunca…
San Juan de la Cruz escribió: pon amor donde no hay amor y sacarás amor. Es el modo de hacer de Dios. «Él nos amó primero» –dice San Juan–. Cuando el cristiano intenta amar a los enemigos imita ese amor de Dios. No ama sólo a los hombres que le hacen bien, sino a todos los hombres, porque quiere que sean buenos. Esto puede parecer una locura y, ciertamente, lo es para que el no ha penetrado en la lógica cristiana.
Al que no ha penetrado en esta lógica, le parece que con este sistema todo saldrá mal, que en el mundo no se puede ser ingenuo, que si uno se descuida un poco, enseguida abusan de él. Y es verdad. Pero le falta considerar una cosa. Si todos pensamos así y obramos así, el mundo seguirá siendo egoísta para siempre. Hay que cambiar de lógica. Naturalmente, esto puede suponer a veces perder algo. Es natural: una cosa tan importante no se puede lograr sin que cueste un poco, incluso mucho.
Amar con el amor de Dios
Hay que ver en el prójimo a un hijo de Dios; lo es aunque alguna vez no lo parezca. Y aprender a amar con el amor de Dios. Es lo que Cristo pidió a sus discípulos cuando se estaba despidiendo de ellos: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. Como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor entre vosotros» (Jn13, 34-35). El cristiano tiene que aprender a amar a su prójimo con el amor de Cristo, que es el amor de Dios.
En la religión cristiana no se puede separar el amor a Dios del amor al prójimo. San Juan lo explica con mucha claridad en su primera carta: «Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor» (1 Jn 4, 8); y agrega un poco más adelante: «Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él… Si alguno dice “amo a Dios” pero aborrece a su hermano es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de Él este mandamiento: que quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Jn 4, 16-21).
Amar con el amor de Dios quiere decir amar también con el amor que Dios nos da porque el hombre sin la ayuda de Dios sería incapaz de amar así. Por eso, es necesario pedir humildemente ese amor: pedirle a Dios su amor, para amar con el amor de Dios. Esto no se cree hasta que no se experimenta. Pero la Iglesia tiene una experiencia muy rica de lo que es el amor a Dios y el amor al prójimo.
El amor al prójimo
Durante siglos, a lo largo de toda la historia, ese amor al prójimo ha sido signo distintivo de los verdaderos cristianos. Es verdad que ha habido muchos cristianos en la historia que no se han comportado como tales. Eso no puede extrañar a nadie. Basta darse cuenta de que hoy también sucede; también hoy muchos que se llaman cristianos, y muchos más que han sido bautizados, no viven como cristianos porque no saben o no quieren. Lo que sucede hoy ha sucedido siempre.
Pero también es cierto que la historia está surcada por un rastro innegable de luz: ¡cuántos hombres han sacrificado sus vidas, oscuramente, sin ningún brillo, por amor al prójimo! ¡Cuántos millones de religiosos y religiosas, por ejemplo, han gastado sus vidas atendiendo enfermos, ocupándose de niños abandonados, recogiendo a los más miserables que nadie quería! ¡Cuántos millones de cristianos corrientes han sabido sacrificarse, por amor, en el seno de una familia, atendiendo enfermos ancianos, niños, soportando a veces condiciones humanas durísimas! ¡Cuánto heroísmo se descubre cuando se penetra un poco en las almas de tantas personas normales que están cerca de Dios! Entonces se aprecia que es cierto que sobre la tierra hay muchos que aman con el amor de Dios. Esto sólo se comprueba por experiencia personal, y es un testimonio patente de la bondad del cristianismo: basta acercarse para comprobarlo. Y quien se acerque más todavía, podrá llegar a vivirlo, que es el único modo de darse cuenta del alcance real que tiene este modo divino de vivir sobre la tierra.
Imagen de Dios
El cristiano que conoce bien su fe, sabe que encuentra a Dios en cada hombre, porque cada hombre es imagen de Dios y especialmente lo encuentra en los más necesitados. Hay un texto asombroso de los Evangelios donde el Señor, con un lenguaje más o menos figurado, explica cómo va a ser el Juicio Final; es decir, con qué criterios van a ser juzgados los hombres. Si no conocemos bien la moral cristiana, quizá nos quedaremos asombrados. La escena se desarrolla así según San Mateo: «Serán congregados todos los pueblos. Él (Cristo) separará unos de otros como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá a las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a verme”…».
Si nos fijamos un momento advertiremos que éstas son precisamente las obras de misericordia que hemos mencionado en este capítulo, al hablar de los bienes y males del prójimo. Pero las palabras del Señor parecen sorprender a los justos que le oyen, pues el texto evangélico sigue así: «Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos; o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”».
Se quedan desconcertados porque no recuerdan que hayan hecho nada de esto con el Señor. Pero el Señor sigue de este modo tan impresionante: «El Rey les dirá: “en verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”» (Mt 25, 32-40). [J.L. Lorda en Moral. El arte de vivir]
Amar al prójimo como a.uno misno. Es lo más difícil de hacer.No sé los demás pero yo quiero mucho a mí ego. Lo traigo de la.mano,y cada día lo alimento ,hasta cada día está un poco más gordito.
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Sí, así es Isabel. Si le dejáramos hacer al Espíritu lo que nosotros solos no podemos…! Gracias por el comentario
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Me has hecho reir. Está visto que no guarda ninguna dieta, ten cuidado con los empachos…..y no te olvides de darle todos los días al prójimo las vitaminas necesarias. Un abrazo.
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Me gusta de vez en cuando releer textos de lo que dicen los distintos Papas en sus homilías. Hoy me he quedado con Benedicto XVI y agradezco mucho a D. Rafael su comentario. Es amplio de miras y con una gran profundidad.
Benedicto XVI reivindica la posibilidad de «amar también a quien no lo merece»
«El amor a Dios y al prójimo son dones inseparables»
«Si el ser humano se abre al prójimo tal y como es, si va a su encuentro, puede llegar a «conocer a Dios»
Benedicto XVI: No al orgullo. Cristo es amor y humildad
Benedicto XVI en España: El amor indisoluble entre hombre y mujer es el marco para la vida humana
Benedicto XVI: Aquello que hace el amor no lo puede el miedo
Amando a Dios, el único, y amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos, construimos la armonía y la paz en nuestras familias, en nuestras comunidades y en nuestros países
Benedicto XVI afirmó que el amor a Dios y al prójimo son «dones inseparables», que mantienen entre sí una «relación recíproca» dentro de un mismo mandamiento y que nos pueden llevar a conseguir la armonía y la paz en nuestras familias, comunidades y países.
Durante el rezo del Ángelus dominical desde la plaza de San Pedro del Vaticano, el pontífice aludió además al «Tratado del amor de Dios» del español san Juan de Ávila, recientemente proclamado doctor de la Iglesia, para hablar del «mandamiento del amor».
«Antes que ser un mandamiento, el amor es un don, una realidad que Dios nos permite conocer y experimentar para que, como una semilla, pueda germinar también dentro de nosotros y desarrollarse en nuestra vida».
«Si el amor de Dios ha echado raíces profundas en una persona, esta está en disposición de amar también a quien no lo merece, como precisamente hace Dios con nosotros. El padre y la madre no aman a los hijos solo cuando lo merecen: los aman siempre, aunque naturalmente les hacen entender cuando se equivocan», agregó.
En esa «relación recíproca» entre el amor a Dios y al prójimo, Benedicto XVI aseguró que se produce también el «camino inverso», es decir, que si el ser humano se abre al prójimo tal y como es, si va a su encuentro, puede llegar a «conocer a Dios, a sentir que existe y que es bueno».
«Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables y mantienen una relación recíproca. Jesús no inventó ni el uno ni el otro, sino que reveló que estos son, en el fondo, un único mandamiento y lo hizo no solo con la palabra sino, sobre todo, con su testimonio», indicó el papa.
«Amando a Dios, el único, y amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos, construimos la armonía y la paz en nuestras familias, en nuestras comunidades y en nuestros países», añadió el pontífice.
«Con el mandamiento del amor, Jesús nos indica cual ha de ser nuestra actitud hacia su palabra: escucharla, meditarla y guardarla en el corazón, haciendo de nuestra vida un testimonio gozoso y continuo de caridad».
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Gracias Rosa! Saludos
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Buen Dia Padre Sanz … Excelente artículo !! Gracias por este espacio de aprendizaje ..
Saludos desde Maracaibo, Zulia
Wilmer
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Wilmer, buenos días, gracias por el comentario. Saludos
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Interesante comentario para habilitar un a profunda reflexión. Por mi parte, también recomiendo la lectura de las cuatro reglas de comportamiento que analiza Carl Sagan sobre el comportamiento humano con los demás. Desde el ojo por ojo a amar al prójimo como a ti mismo, las reglas de hojalta, de hierro, de plata o de oro. Se puede encontrar en: http://www.librosmaravillosos.com/milesdemillones/capitulo16.html
Carl Sagan plantea que en este mundo poner la mejilla puede salir muy caro, pero que no debe gobernar nuestra actitud el egoísmo. También expone que debemos partir de la cooperación total y sin reparos con nuestros semejantes, aunque cómo se comporten ellos, implicará nuestro posicionamiento. Es decir, si una persona te trata mal, debes evitar, por salud mental y física, esa relación. Por decirlo de algún modo, colocarte en la posición en la que ello te haga el menor daño posible, pero sin incorporar rencor u odio hacia esa persona. Simplemente establecer el espacio o margen oportuno que nos permita centrarnos en relaciones positivas. Una vez que la otra persona muestra un cambio de actitud hacia nosotros, entonces hemos de estar abiertos a ella, aceptando de nuevo la colaboración. La verdad, es que cuando leí a Carl Sagan me pareció muy interesante este punto de vista. Seguro que lo habéis leído, pero si no, lo recomiendo, porque hasta que se es capaz de amar como Dios nos ama, me parece un buen punto de partida para ir trabajando el amor sin límite, evitando el dolor o el daño profundo que, a veces, ciertas personas causan en nuestras vidas. Carl Sagan muestra, en este texto, cómo incluso Gandhi, aprendió de su esposa la resistencia y a no doblegarse ante la tiranía del fuerte.
Aquí queda, todo esto, para contribuir a la reflexión, y para buscar bastones que nos apoyen en nuestros devenires diarios. Las estrategias conductivas pueden ser eficaces para salir de la angustia, el dolor y la depresión.
Un abrazo y buen día a todos.
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Interesante Joaquín. Sí, estoy de acuerdo. Más aún, pienso que lo he hecho a menudo, sin darme cuenta, jejeje. Gracias!
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Felicidades Joaquín!!
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Gracias, Padre Rafael. Hoy tomo vacaciones. No sé lo que podré acceder al blog. Espero poder seguirlo, pero en agosto será a saltos de mata.
Buen verano a todos.
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Descansa y disfruta. Cuando puedas nos encantará leer tus comentarios. Un abrazo.
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Que descanses en familia y con el Señor… Merecido descanso. Seguimos a la vuelta
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Muy buena colaboración y comentario. Yo también os deseo un buen día a todos y un abrazo.
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Joaquín felicidades por tu santo. Un abrazo.
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Gracias Rosa! igualmente por el tuyo, pues aunque no sea hoy, yo soy un desastre para estos importantes detalles, que por supuesto son una muy bonita forma del amor al prójimo.
Un abrazo
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Felicidades Joaquín
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Ah, es verdad!! Felicitaciones Joaquín!
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Gracias, Isabel. Buen verano.
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Voy a mirar si me leo el libro.Que no lo he leído .Gracias Joaquín ,buen comentario. Felicidades de nuevo
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