Una cosa es sentir, y otra consentir… Lo que no conviene de ningún modo es dialogar

sentiry consentir.jpg¿Cómo discernir lo que es pecado de lo que no lo es? En este tema hay que saber distinguir el sentir del consentir. Por ejemplo, cuando se dilata la pupila del ojo, se puede ver sin haberlo buscado: ha sido provocado automáticamente por una bajada en la intensidad luminosa del ambiente. Lo mismo ocurre con otros movimientos fisiológicos y con determinadas sensaciones. No hay pecado sin consentimiento, y por eso, las reacciones fisiológicas no tienen que turbar el espíritu. Si son provocadas por la tentación no hay que perder la paz, sino al contrario, vivirlas como una prueba que da la ocasión de demostrar el amor que se tiene a Dios. «Una cosa es sentir, y otra consentir. La tentación se puede rechazar fácilmente, con la ayuda de Dios. Lo que no conviene de ningún modo es dialogar» [18].
La tentación nos recuerda que necesitamos la ayuda de Dios, que «no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas» (1 Cor 10, 13); y aún más, nos demuestra que en la flaqueza es donde somos fuertes (cf. 2 Cor 12, 10). Por eso, el nerviosismo, la cólera o la angustia que pueden acompañar a una tentación, en el caso de una persona que trata de vivir su fe cristiana coherentemente, no deben inquietar sobremanera: puede tratarse de purificaciones que Dios permite para que nos acerquemos más a Él. A veces ocurre, especialmente en personas que llevan una vida cristiana auténtica, que la memoria y la imaginación presentan a la mente situaciones de la vida pasada en las que se supo resistir a la tentación. Puede percibirse un sutil pesar por no haber sucumbido, o representarse en la mente el pecado que en realidad no se cometió. Nada de todo esto debe inquietar al alma, sino al contrario: en este caso, la tentación, esa falsa nostalgia del pecado, es una prueba que debe reforzar el sentimiento de la debilidad personal y el deseo de amar a Dios y servir a los demás. Se puede ofrecer a Dios ese tipo de pruebas y utilizar la tentación en beneficio propio. Este es el consejo que daba el Cura de Ars. El ejercicio de la virtud de la paciencia consigo mismo y la resistencia heroica a las tentaciones, junto a la sinceridad en la dirección espiritual, son ocasión de un crecimiento nuevo en la caridad, un motivo de alegría (cf. St 1, 2). En efecto, nada hay tan fecundo como el aprendizaje de la humildad, que deja ver las flaquezas personales: es la experiencia de las humillaciones, pequeñas o grandes, la que permite a la bondad divina inundar el corazón con su infinita misericordia.

18 comentarios sobre “Una cosa es sentir, y otra consentir… Lo que no conviene de ningún modo es dialogar

  1. Una entrada estupenda para reflexionar. Las tentaciones y el pecado…. Se me ocurre que, en realidad, nuestra mente es como un control de aduanas, donde debemos pedir todos los papeles y explicaciones a la tentación que intenta colarse, aprovechando cualquier debilidad, en nuestro pensamiento y en nuestro cuerpo. Con la ayuda del Inspector General, el sacerdote, los textos sagrados, nuestro director espiritual, etc. podremos discernir qué se puede dejar pasar por alto y qué debe quedar fuera, sin contemplaciones.
    En definitiva, una situación en ocasiones compleja, pero que pued tener soluciones apropiadas.
    Hace poco leí cómo Santa Teresa alertaba de que el demonio está siempre detrás de casi todo. Incluso detrás de cosas, acciones o pensamientos aparentemente buenos. Que él maligno se disfraza para confundirnos y cuán importante era la oración y la meditación a la hora de tomar decisiones. ¿Cómo saber si la decidir sobre algo esto era bueno o malo? ¿Cómo decidir si era voluntad de Dios o un espejismo del maligno? Santa Teresa comentaba que si detrás estaba la paz del alma era cosa de Dios, pero si detrás estaba la inquietud y la turbación, muy posiblemente habíamos caído en la trampa del maldito.
    Bueno, no sé si esto también puede ayudar un poco. Porque, claro, a veces, con tal de darnos la razón a nosotros mismos, unido a una deficiente formación moral, nos podemos quedar muy tranquilos cometiendo algunos excesos o yo diría que incluso barbaridades. Es decir, esa paz del alma tras una decisión debe ser debidamente aprendida y aleccionada por nuestros buenos sacerdotes y directores espirituales. Hitler estaba muy tranquilo ejerciendo el terror y la muerte, su alma descansaba en el poder del diablo, quien le hacía creer que actuaba correctamnete. O sea, que en este tema, hay mucho, mucho sobre lo que pensar y reflexionar. De fondo, la oración y ponerse con humildad en las manos de Dios, entiendo que serán los faros que iluminen la parte central del camino.
    Para lo cual termino con esta oración tan bella de San José María: «Dios mío y Señor mío: en tus manos abandono el pasado, el presente y el futuro; lo grande y lo pequeño; lo mucho y lo poco; lo temporal y lo eterno.»
    Buen día nos de Dios.

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  2. No es extraño que, a veces, la primera reacción sea «no tengo ganas» o, por el contrario, «me resulta agradable». Sin embargo, el momento de la persona y del obrar específicamente humano es el de la libertad. La voluntad primero constata, pero luego asume las tendencias espontáneas: ya sea consintiéndolas o rechazándolas. De este modo los sentimientos son integrados en la actuación personal y entran a formar parte de la libre decisión de la persona. Frente al despertarse repentino de los sentimientos, de las ganas, de la atracción o rechazo ante determinada circunstancia, la persona siempre puede y debe decidir.

    La hipertrofia de la afectividad, que se da en buena parte de la cultura actual, ha traído como consecuencia que la persona viva sujeta al sentimiento, a las ganas, a los estados de ánimo. Se trata de una actitud inmadura que, al final, desemboca en un pesimismo existencial, pues el dar rienda suelta siempre y en todo a la afectividad conduce al hastío y al vacío interior. Fundamentalmente por la volatilidad de los propios sentimientos: se hace necesario buscar cada vez otra emoción nueva y mayor que la anterior; lo cual ni es siempre posible, ni satisface definitivamente la situación personal.

    Pero esta realidad tampoco justifica la actitud contraria. El surgir espontáneo de los afectos, el irrumpir apasionado y vehemente de la afectividad no es «extraño» al hombre. Lo extraño sería no sentir. Igual que sería también índice de inmadurez extrañarse o asustarse ante determinados sentimientos, impulsos o tendencias. Se puede decir que no se es más libre por dejarse llevar de los sentimientos. Hay que contar con ellos; muchas veces son el primer motor de nuestros actos, pero no lo definitivo.

    Desde el punto de vista moral, ¿qué decir de los afectos? La dimensión ética es una característica del obrar libre. Sólo los actos que tienen como principio la libertad del hombre son susceptibles de calificación moral, es decir, de ser buenos o malos.

    El plano afectivo en sí mismo considerado no es moralmente bueno ni malo. Sólo en la medida en que los sentimientos son asumidos por la libertad tienen calificación moral. Los afectos son moralmente buenos cuando contribuyen a una acción buena, y malos en el caso contrario. Pero siempre elegimos porque «queremos», aunque ese «querer o no querer» es facilitado por los sentimientos. Únicamente en aquellos casos en que la emoción es particularmente intensa (accesos de pánico, cólera, etc.), la persona puede quedar bloqueada y sucumbir ante el sentimiento. Esta ya no sería una acción libre y, por tanto, moralmente imputable.

    De estas precisiones surge la importante distinción entre sentir y consentir. Mientras lo primero es indiferente en el plano moral, lo segundo es siempre o bueno o malo, pues ha sido elegido y querido por la persona.

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  3. Hola ,es verdad que cómo en una enfermedad física cuando mos duele vamos al médico o al especialista ,Para el alma es lo misno ….a veces duele un dedo y pensamos que nos estamos muriendo él miedo mos hace exagerar. En el alma lo misno necesitamos a alguien que ponga los síntomas en su sitio y mos diga la medicación adecuada. .A muchos Dios no les da esos medios o no están al alcance de todos .En esos casos seguro que Dios no quiere nada y como dice la frase»No enredes con el alma,…..Joaquín me ha gustado tú comentario ,gracias y buenos días a todos. …

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    1. Dos cosas muy importantes que extraigo del comentario de Rosa y que me han servido para continuar la reflexión: «Lo extraño sería no sentir».
      Y: «De estas precisiones surge la importante distinción entre sentir y consentir. Mientras lo primero es indiferente en el plano moral, lo segundo es siempre o bueno o malo, pues ha sido elegido y querido por la persona».
      Gracias, Rosa.
      Me alegro que estés mejor. Cuídate mucho. Tiene mucho más mérito todo lo que haces y escribes en esas circunstancias.

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    2. Hola Isabel: conozco la Obra y he colaborado en algunas cosas. Conozco el gran libro de San José María: «Camino». Conozco personas del OPD que son un ejemplo, a los que respeto profundamente y a los que profeso firme admiración. Conozco algún centro del OPD, donde cuando entro, sólo he visto amor y sumisión al Señor y a la Virgen, ganas intensas de comunicar y transmitir el verdadero mensaje de Cristo resucitado y un firme afán por salvar almas y por trabajar por la santidad individual y colectiva. He visto trabajo y sacrificio, he leído párrafos, textos y libros que me han ofrecido, de gran ayuda para trabajar la virtud y salir del pecado. He recibido la absolución de mis faltas y errores: una, y una, y otra, y otra vez, …, ante Dios y por medio del afecto, la ayuda y el cariño de los sacerdotes de la Obra. Se han preocupado por mi, por mis hijos y por mi familia, han rezado y rezan por ellos, al igual que yo les tengo en mis oraciones. He sentido su amistad espiritual y humana, su preocupación por el estado de mi espíritu y por enseñarme el camino para salir de mis miserias. Me he sentido feliz en su casa, en su capilla y en la oración y celebración de la Eucaristía. Les he dedicado algo de mi tiempo e inquietudes y he recibido eso multiplicado por mil.
      Pero no soy del OPD. No soy, porque no tengo claro cuál es el camino por el que Dios quiere que vaya. Tengo que trabajar y rezar más para encontrarlo. Quizá no es precisamente la Obra; o quizá sí; pero sólo puedo decir que la parte que yo conozco está profundamente arraigada en mi corazón y que si finalmente, nuestro Padre, me dejara un rinconcito en el cielo, será exclusivamente porque gracias al OPD salí del naufragio en el que me hayaba metido. Y no es que llevara una mala vida, pero nadie gobernaba mi barco y así iba a la deriva, sin saber cuánto daño me hacía, cuánto daño hacia a los que me rodeaban… Vivía mirándome el ombligo todo el día. Alejado de la alegría de estar cerca de Dios, de sentirte salvado por su Hijo y de los bienes que nos puede otorgar el Espíritu Santo.
      Hoy, aún siendo un mal ejemplo (muy, muy malo) como cristiano, ya hay Luz en mi camino. Ya sé por dónde hay que intentar ir cada día y se lo tengo que agradecer …. Y sé que tengo que intentar llevar esa Luz a mi familia, a mis amigos, a mi entorno. Nadie puede vivir sin conocer que Dios le ha salvado, que Dios le ama único e irrepetible, que tiene un lugar en el mundo que no le ha sido dado a otro. Que a pesar de las dificultades, sólo nos queda Dios. Es el único punto firme, invariable y potente donde amarrar nuestra vida.
      No se trata de OPD o no OPD, se trata de encontrar el Camino para llegar, se trata del verdadero sentido de la Vida. Se trata de comprender que Dios nos eligió y que fue capaz de entregar en sacrificio a su hijo por todos y cada uno de nosotros. Se trata de saber que bajo la cruz, donde resbalaba la sangre de Jesús crucificado, con la se empapaba la tierra del Calvario, cada gota, cada quejido, cada suspiro, …, estaban todos y cada uno de nuestros pecados. Y si así nos amaron, ¿no podemos nosotros buscar cómo devolver una pequeña parte de ese Amor?
      No soy del OPD, pero grande es serlo….

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    1. No dejes la oración, Isabel. No la dejes. Y no dejes de levantarte. Todos caemos. Hace poco me fui a confesar con un sacerdote ya bastante anciano y lo primero que me dijo fue: «La misma persona, los mismos pecados». Una frase que me removió el alma y que dicha por ese sacerdote tan mayor, era una palabra de ánimo para seguir y seguir a pesar de las dificultades.
      Ánimo.

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      1. Joaquín, me dice Isabel que te copie aquí su respuesta porque te había contestado en otra entrada. así que aquí te copio esta encantadora y sincera respuesta de Isabel:
        «Gracias..Joaquín. Si en algo estamos de.acuerdo es que en los.centros.del OPD siempre te recibirán muy bien, en eso puedo poner la mano en el fuego y no me queno . Haber sido( m auxiliar ,muchísimos años)sé cómo la gente se entrega , cuida de las cosas.Para que cada persona que pisa un centro se sienta como en casa.Por eso entiendo que te encuentres tan bien.He leído muchas veces en internet que es muy difícil dejar de ser miembro de la Obra .!¡Una mentira !! como otras ,a mi me fue muy fácil de un día para otro.Y aun luego seguí yendo por centros de la obra para ir a los medios de formación .Nunca me pusieron mala cara es más Siempre se han preocupado por mi, fui yo la que quiso poner distancia.Entiendo lo que dices…..No es precisamente rencor lo que me produce estar con gente de la Obra….Son otros sentimientos ,igual k al pensar en Dios no puedo evitar pensar en esa parte en la verdad. Pensar en confesión o en oración. Me supone enfrentarme a cosas que nunca e querido ver.Por eso sufro tanto en el blog, y porque mis circunstancias personales no son adecuadas para meterme en esos temas.Y es más fácil vivir de cara al exterior k en el interior.Me es más fácil,pensar que Dios no existe , que creer que existe .Por lo visto los dos estamos recorriendo el mismo camino,con la diferencia de que tú ya tienes a DIOS .y como me dijo un sacerdote de OPD “no es necesario ser del OPD para querer a Dios”por que lo que importa es Dios. igual que no todos podemos ser monjas,sacerdotes .etc
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  4. Bueno. Acabo de leer la respuesta de Isabel, que me conmueve profundamente. Veo que ella está y ha estado muy cerca del OPD y que ha vivido la experiencia de su ayuda y orientación. Me alegra saber que compartimos algunas vivencias.
    Las dificultades aprietan y muchas veces no sabemos por dónde seguir. Una vez me quedé a oscuras en una cueva de Santander, durante una excursión, cuando tres amigos nos rezagamos haciendo tonterías y se apagaron nuetras velas. Nunca percibí negrura tan intensa y nunca me sentí tan perdido e impotente. En un instante se hizo poderosa y angustiosa la necesidad de una luz, por pequeña que fuera. No había referencias, no había direcciones, no había espacio,.. Suerte que los amigos que estaban con nosotros no hicieron las mismas tontadas, volvieron y nos ayudaron a salir. No pasó mucho tiempo, apenas cuatro minutos. Una anécdota divertida, pero que a veces me sirve para reflexionar sobre la vida.
    Y la verdad, usando como simil la historia de la cueva, parece evidente que no es lógico apagar en ella la luz, si se quiere llegar al final. Cristo es la Luz de nuestro paseo o camino por la caverna de la vida. Sin él no encontraremos la salida adecuada. Apagar esa Luz nos lleva a la angustia, a la desesperación y a la muerte segura, como nos pasaría en una gruta real. En la oscuridad de nuestra vida, sólo podemos intentar seguir la Luz que nos oriente hacia la Verdadera Salida. No seamos necios (me refiero a mi, pues soy necio, cabezón y orgulloso), no pensemos que sin Luz seremos capaces de encontrar el Camino.
    Una luz en la profundidad de la noche, siempre calma. De pequeño me horrorizaba quedarme a oscuras al irme a la cama; y mis hijos, por las noches, durante años me decían al acostarlos y despedirme de ellos: «por favor, no apagues la luz del pasillo».
    «Por favor, no apaguemos la Luz del pasillo».

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