Seguimos con el libro del Papa “El nombre de Dios es misericordia“. Esta vez se trata de un suceso que se quedó fuertemente gravado en su memoria:
Recuerdo muy bien este episodio, que se me quedó grabado en la memoria. Me parece que aún la veo. Era una mujer mayor, pequeñita, menuda, vestida completamente de negro, como se ve en algunos pueblos del sur de Italia, en Galicia o en Portugal. Hacía poco que me había convertido en obispo auxiliar de Buenos Aires y se celebraba una gran misa para los enfermos en presencia de la estatua de la Virgen de Fátima. Estaba allí para confesar. Hacia el final de la misa me levanté porque debía marcharme, pues tenía una confirmación que administrar. En ese momento, llegó aquella mujer, anciana y humilde. Me dirigí a ella llamándola abuela, como acostumbramos a hacer en Argentina. «Abuela, ¿quiere confesarse?» «Sí», me respondió. Y yo, que estaba a punto de marcharme, le dije: «Pero si usted no ha pecado…». Su respuesta llegó rápida y puntual: «Todos hemos pecado». «Pero quizá el Señor no la perdone…», repliqué yo. Y ella: «El Señor lo perdona todo». «Pero ¿usted cómo lo sabe?» «Si el Señor no lo perdonase todo —fue su respuesta—, el mundo no existiría.»
Un ejemplo de la fe de los sencillos, que tienen ciencia infusa aunque jamás hayan estudiado teología. Durante ese primer ángelus dije, para que me entendieran, que mi respuesta había sido: «¡Pero usted ha estudiado en la Gregoriana!». En realidad, la auténtica respuesta fue: «¡Pero usted ha estudiado con Royo Marín!». Una referencia al padre dominicano Antonio Royo Marín, autor de un famoso volumen de teología moral. Me impresionaron las palabras de aquella mujer: sin la misericordia, sin el perdón de Dios, el mundo no existiría, no podría existir. Como confesor, incluso cuando me he encontrado ante una puerta cerrada, siempre he buscado una fisura, una grieta, para abrir esa puerta y poder dar el perdón, la misericordia.
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Preciosa historia. Preciosa lección. Un abrazo. Buen día a tod@s.
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Bien venido Joaquín!!! Qué alegría!!, después de tanto tiempo. Muchas gracias
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Me da una grandísima alegría compartir contigo y todos los demás las entradas de D. Rafael. Te he echado mucho de menos, sigo pidiendo por ti y «tus cosas». Un abrazo. Te esperamos y siempre te recordaremos.
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Gracias a vosotros. El trabajo a veces es muy absorbente. Parece que asoman algunos huecos. También es una gran alegría para mi aprender en estas páginas con el Padre Rafael, Rosa y todos los demás. Y todos estáis en mis oraciones.
Un fuerte abrazo.
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Ok, de nuevo por el blog Joaquín! Ya ves que hay gente que te hecha en falta jeje. Saludos
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El rostro de Dios es el de un Padre misericordioso, que siempre tiene paciencia. ¿Hemos pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros? Esa, es pues su misericordia. Siempre tiene paciencia: tiene paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, nunca se cansa de perdonarnos si sabemos volver a Él con un corazón contrito.
El cardenal Kasper comenta que sentir la misericordia, escuchar esta palabra hace cambiar todo. Es lo mejor que nosotros podemos sentir: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace que el mundo sea menos frío y más justo. Tenemos necesidad de entender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso, que tiene tanta paciencia… Recordemos al profeta Isaías, que dice que aunque nuestros pecados fueran de color rojo escarlata, el amor de Dios los haría de color blanco como la nieve. ¡Es hermoso, eso de la misericordia!
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