«Podéis ir en paz»

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“Podéis ir en paz”… Son las palabras finales de la Misa e instauran una estupenda fórmula de envío, parecida a la que hoy nos despliega el Evangelio de la Misa. Tras haber sido ilustrados con la Palabra de Dios, y después de haber recibido en nuestros corazones el gozo de la comunión con el Cuerpo de Cristo, el sacerdote, en el nombre del Señor, nos da la misión de llenar con esa misma alegría el mundo (de dentro a fuera), de ser sal y luz entre los hombres.

Deberían ser nuestras iglesias como grandes fogatas, de las que cada mañana irrumpieran miles de antorchas humanas encaminadas a quemar el mundo con el fuego del Amor de Cristo.

«Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban».

Pienso en aquellos Doce hombres y los veo dejando, tras de sí, un maravilloso rastro de alegría por todos los lugares donde pasaban. Y le pido a la Reina de los apóstoles que cuando hoy acudamos a Misa nos llene de ese mismo fuego y fervor en la Hoguera Eucarística, para que podamos, salir «en paz», y poder ser sembradores de la paz y la alegría de Cristo, para servir así a todos aquellos que hoy se encuentren con nosotros.

2 comentarios sobre “«Podéis ir en paz»

  1. Todo era una novedad aquel 7 de marzo de 1965, cuando, por primera vez, un Papa celebró la Misa, no en latín, sino en italiano. Ese día entró en vigor el Decreto sobre Liturgia del Vaticano II, y Pablo VI celebró la Eucaristía en una parroquia de Roma, donde explicó que tal cambio era «un compromiso para corresponder al gran diálogo entre Dios y el hombre». 50 años después, este sábado, el Papa Francisco visitará esa misma parroquia para conmemorar aquel acontecimiento. Lo que pocos saben es que, en España, el primer Podéis ir en paz que sustituyó al Ite misa est ya se había escuchado un mes antes…

    La Eucaristía no nos deja «tranquilos». El «podéis ir en paz» no es un tranquilizante. Quiere decir más bien «sois enviados». No podemos salir de misa igual que como hemos entrado. No hemos ido a misa sólo porque era precepto, o para satisfacer una necesidad religiosa. Sino para ir creciendo en la vida que Cristo nos comunica.

    Lo que hemos celebrado nos debe dar fuerzas para dar luego testimonio de nuestra fe cristiana en la vida, en nuestro trabajo, en nuestra familia y socialmente.

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