¿Mosca, moscón o abeja?

Imagina que estás rezando en una capilla que -permíteme suponer- no es la Sixtina ni tampoco la catedral de tu ciudad. Un cuarto pequeñito, un oratorio personal, casi solo para ti. El Sagrario, un jarroncito de flores, un pequeño retablo, el altar ligeramente separado de los dos bancos que hay, una ventana, el suelo de mármol y una puerta tras de ti.
Para tu infortunio, ha entrado, no se sabe por dónde, una pequeña y ágil mosca. Primero se ha apoyado en el altar; luego ha revoloteado al banco, finalmente se ha detenido en tu mano, ha hecho unos cuantos vuelos rasante sobre tu oreja, y ahora se está paseando por el reclinatorio. Quieres rezar, pero la inquietud de la mosca comienza a ser también la tuya. Una pequeña distracción, una gran dificultad.
Ponte en la misma situación pero imagina ahora que lo que ha entrado es un moscón. Gordo y peludo. Muy gordo. Podría llevar una mochila de cinco kilos. Tiene un tamaño descomunal. Los moscones no se conducen en absoluto como las moscas: ha visto la ventana y quiere salir. Va a la carga con todo su ímpetu. ¡Plas! Nada. Ventana cerrada. Total que ahí está el moscón, erre que erre, dale que te pego contra el vidrio. ¡Ah! Recuerda: tú sigues en el banco intentando rezar, viendo al moscón perseverar en su empeño.
Finalmente, imagina que lo que ha entrado es una abeja. Obviemos el miedo que te puede producir que te pique, porque lo más habitual entonces sería salir corriendo y buscar la ayuda de alguien que no tenga miedo a tales amenazas. La abeja repara en tu presencia, así como en todo aquello que puebla tu minúscula capilla, y se dirige a las flores que en ramillete descansan al pie del Sagrario. Se posa, hace silencio y, sin más ceremonias, extrae de cada flor todo lo que de más precioso tienen: su néctar.
***
Ya puedes dejar de imaginar. Lo que te he propuesto son, en realidad, tres modos de rezar (más aún, como verás, son también tres modos de vivir). El rezo tipo mosca es el de quien es incapaz de estarse quieto, y pasa todo el rato pensando qué tiene que hacer o dejar de hacer cuando acabe; vuela con su imaginación de un lado para otro sin estarse quietecito un minuto. La oración tipo moscón es la del que mira todo el rato la hora y no sabe cuándo acabará este sufrimiento, mirando por la ventana con ansias de liberación. La plegaria tipo abeja, en fin, es la del que, quieto y silencioso, sabe sacar todo el fruto de tan sobrenatural acto.
Ahora te pregunto: ¿mosca, moscón o abeja? ¿Qué tipo de oración es la tuya? Serénate. Reza. Disfruta. Jesús quiere sembrar la semilla en todos los corazones, pero ya nos ha advertido que no todos lo acogen de la misma manera. También en el modo de vivir se puede ser mosca, moscón o abeja.
Autor: Fulgencio Espa

4 comentarios sobre “¿Mosca, moscón o abeja?

  1. ¿Qué tal «zángano»? Esa abeja macho que hace ruido, para que parezca que hace algo, para que se le vea, para hacerse notar, pero sólo espera que el trabajo de verdad se lo hagan las disciplinadas y laboriosas abejas, que recen por él, que la fe y la gracia le caigan en la lotería,,…
    Yo creo que, en realidad, tengo mucho de «zángano» mezclado con ese moscón que se empeña una y otra vez en salir por el mismo sitio, aunque no se pueda…
    Feliz verano

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  2. ¡Cómo nos cuidamos los amigos! ¡¡¡No nos hacen falta abuelas!!!
    Recibe un abrazo muy fuerte. Espero que este verano descanses.
    Este mes de agosto lucharé por un 4 a 0, a favor del Señor.
    ¡Cuídate, «hermano abeja»!
    A partir del lunes me desconecto físicamente pero no de espíritu.

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